jueves, 10 de diciembre de 2009

La gira pachanguera (II Parte): Lima-Mancora


*Pescadores en Máncora (Foto by Eva "la inglesa")


Otra Buenos Aires
Llegamos a Lima con muchas ilusiones de “pegarla” en la capital peruana. Lima, al contrario de lo que opinan muchos viajeros, es una ciudad que me encanta. Tiene un encanto muy particular, fruto de ser la única capital de Latinoamérica frente al mar, y sobre todo los barrios de Barranco y Miraflores.
La primer noche salimos a Barranco a buscar un lugar donde mostrar nuestra música y hacer unos pesos. Pero ya en el primer pub en que nos metimos nos dimos cuenta de cómo era la movida. “Me suena a pura Bogotá”, me dijo Javier después de escuchar el discurso del dueño, que nos hablaba de que era muy bondadoso con los artistas al darles un espacio para tocar en su bar. Pero claro, olvidate de ganar un peso.
El mejor trato que conseguimos después de visitar casi diez bares de Barranco fue cobrar la mitad de las entradas una vez que el bar haya facturado 500 soles en consumiciones (600 pesos arg. o 160 dólares, en todo caso, una fortuna en Perú). Si no llegabamos a los 500, los teníamos que poner de nuestro bolsillo. “Me suena a pura Buenos Aires”, le respondí a Javier.
El dinero se nos iba como agua entre las manos en una ciudad bastante más cara que Cuzco. Así que al otro día decidimos irnos a la mierda de Lima, una urbe que parecía tener las mismas características de toda capital.


Como en el Caribe pero con ceviche y sin músicos
Nos fuimos derecho a Mancora, la mejor playa del Perú, buscando nuevos horizontes para nuestra música, sin imaginarnos nunca que un día nos echarían los surfers.
Ubicada al norte del país, a dos horas de Ecuador, Mancora es famosa por sus olas que atraen a surfistas de todo el mundo. Por esos días, justamente, se disputaba el mundial femenino de surf.
La misma noche de nuestro arribo, volvimos al tedioso trabajo de encontrar lugares para tocar, de preguntar, de convencer y hasta de pedir por favor una oportunidad. Este laburo, al comienzo de nuestra estadía en cada nuevo lugar, resulta hasta más importante que las mismas tocadas y sobre todo, mas estresante, en un contexto donde el stress casi no existe para nosotros.
Más adelante nos daríamos cuenta de que el secreto de nuestra gira latinoamericana no es tanto moverse de aquí para allá, tratando de conocer la mayor cantidad de lugares en el mínimo tiempo posible. Nosotros no somos turistas, somos músicos en tránsito por el continente y nuestro trabajo empieza a rendir frutos luego de un tiempo en cada ciudad; es imposible obtener resultados satisfactorios inmediatos. Por eso estuvimos seis meses en Cuzco.
Así que decidimos establecernos un tiempito en este pueblito de pescadores que se extiende un par de cuadras alrededor de la panamericana. Un pueblo que tiene la particularidad de ser el segundo centro turístico del Perú y en donde increíblemente no existen los músicos. Así que aunque no estábamos en temporada y la gente no era mucha, nuestras posibilidades de trabajo eran buenas.
En nuestra estadía en Mancora, que resulto ser de tres semanas, conseguimos toques con Pachanga en el mejor hotel de Mancora, el Loki del Mar, y en el Surf Pub de la playa. Y con los Discípulos de Alkachofa conseguimos toques extras en el WooHoo bar y en el Moomba Beach en la playa.



*Tocando en el WooHoo Bar

















Por esos días tuvimos una vida realmente increíble. Estábamos en la playa, el hábitat natural de la Pachanga, y con dos toques semanales ya nos alcanzaba para vivir muy bien. Nos alcanzaba para pagar nuestra linda habitación de cinco soles (U$1,50) en el hostel “Playa Girón”, para comer todos los días nuestro delicioso menú de ceviche y maricos a la milanesa (también por 5 soles) y para nuestra cervecita en la playa.
Eso es lo lindo que tiene Perú. Todo el mundo tiene acceso a bienes y servicios que son casi inalcanzables para el común de la gente en Argentina. Hasta el más humilde puede comer en restaurantes todos los días, tomar un taxi, etc. Y con muy poquito pudimos grabar un disco (pensar que grabamos un disco por 450 soles, es decir, U$150, algo totalmente impensado en Argentina).
Así que en Mancora pasábamos todos los días en la playa, tomando una cerveza, jugando al futbol, tocando la guitarra y componiendo. Ese fue también un periodo altamente creativo. En Mancora decidimos hacer provecho de nuestro abundante tiempo libre y nos pusimos a componer y a renovar el show, tanto de Pachanga como de los “Discípulos”. Allí surgieron dos composiciones originales: “Magali” de Pachanga y “Amor Casual” de los Discípulos (Nota: las letras no están basadas en hechos reales). Además sumamos varios covers al show de Pachanga, y al amplio repertorio de los Discípulos (más de 60 canciones), sumamos una interesante versión candombe del tango Volver, que pensamos grabar algún día.


*Ensayando en la terraza del hotel


*En la puerta del "Playa Girón"


*"Dios Bendiga al Ceviche"



*Fiesta de haloween con todo el parche










Pero había algo negativo de Mancora. El ambiente, sobre todo de noche, era bastante pesado. Sobraban las peleas durante nuestro shows, en un clima cargado de cocaína y de ventajeros en cada esquina. La playa a la noche era tierra de nadie, en donde no se podía estar tranquilo porque eran frecuentes las patotas de ladrones que asaltaban a cualquiera que anduviera por ahí. También era muy usada la modalidad de vender marihuana a los turistas para después dar aviso a un policía -que obviamente estaba metido en el negocio-, que después de increpar al ingenuo consumidor y de asustarlo con llevarlo a la cárcel, le sacaba varios billetes como precio para su libertad.
Metido en este ambiente de mierda, he aquí la peor lacra de la sociedad peruana: el brichero. Se dice que es una especie nacida en el Cuzco, pero existe en muchos lugares, no solo en Perú. El brichero, hombre o mujer, se dedica a buscar gringas (que son más fáciles que la tabla del uno) con el objeto de levantárselas, enamorarlas y sacarles plata, para comer, para tomar algo y hasta tenemos un amigo que llego a obtener una laptop y un saxo después de enamorar a su gringa.
Lo más repulsivo es que dedican su vida a este negocio del engaño, sin buscar un trabajo digno que los sustente, y se hacen los amigos o novios de sus víctimas, pero ven al otro simplemente como una fuente de dinero que utilizan a su antojo.
Y en Mancora se da una combinación exasperante: el brichero es también el surfista local. Con sus músculos bien marcaditos y un pedazo de mierda en el cerebro, se pasean por la playa con su tabla en su mundo de apariencias, porque, entre otras cosas, nunca los vi surfear.
Un día estábamos tomando sol, riéndonos y bebiendo una cervecita helada, cuando se nos acercan estos microcéfalos y nos intiman para irnos de la playa: “Ya hace mucho tiempo que andan por acá, vayan yéndose porque van a terminar mal”. Cuando le preguntamos porque, se nos acercan con ganas de pelear -porque es lo único que saben hacer-, amenazándonos con que nos iban a matar si no dejábamos la playa.
Se ve que se comieron varias películas y series yanquis de surfers y guardianes de la bahía, y parece que se creían los reyes de la playa. Da la casualidad que hace poco salió una película que se llama “Mancora” que habla de algo muy parecido.
Después nos enteramos, por allegados a los surfers, de que les molestaba vernos con nuestros amigos y amigas en la playa pasándola bien y, al parecer, amenazábamos su negocio de bricheria. Con muchísima rabia e impotencia nos fuimos ese día pensando en cómo estos pelotudos nos estaban echando de la playa. Tratamos de planear una revuelta juntando a todos los músicos para hacerles frente a los surfers, pero enseguida nos dimos cuenta de que tal empresa estaba condenada al fracaso, porque los músicos éramos solo nosotros cinco y el más pesado pesaba 50 kilos.
Nos fuimos a los pocos días del incidente rumbo a Ecuador, no por los surfers, sino porque era el plan salir por esos días de esa playa en la que la pasamos muy bien, pero en donde no pasaba nada. Además con Valerio ya llevábamos un mes de ilegales en Perú, y cada día que pasaba más grande se nos hacia la multa a pagar en la frontera.

























*Lo invitamos a cantar a Mauricio y enseguida se prendió la rumba





*Escenas de homosexualismo en el seno de "La Pachanga"

domingo, 22 de noviembre de 2009

Con ustedes, "La Pachanga"





Los conocimos una de las primeras noches que pasábamos en el Cuzco. Era una de esas noches de domingo frías y silenciosas del barrio de San Blas. Subíamos la cuesta por las calles completamente desoladas cuando comenzamos a oír una bulla de gritos y tambores a lo lejos, pero que cada vez se hacía más fuerte.
El sonido provenía de un pequeño barcito llamado Kilómetro Cero, que estaba lleno hasta las manos. Ahí estaban los colombianos Mauricio y Javier al frente de una banda que se hacía llamar “Pachanga”. Musicalmente no eran muy buenos. Desafinaban y se equivocaban en los cambios de acordes. Pero esas fallas parecían no importar. A fuerza de pura onda y ritmo de percusión, hacían delirar a los gringos presentes.
Mauricio, el cantante, desprendía con sus bailes y meneos una energía imponente que contagiaba hasta al más parco, y su carisma concentraba todas las miradas. Javier, el frente de su Gibson Flying V cargada de “Delay”, sorprendía, no por su virtuosismo, sino por su originalidad.
Unos días después, nos enteramos de que Javier también era bajista. Por esos tiempos, cuando todavía no confiábamos lo suficiente en nosotros dos, Valerio y yo andábamos buscando desesperadamente un bajista para completar a los incipientes Discípulos de Alkachofa. Ahí fue cuando comenzamos a hablar con los chicos de Pachanga, y al poco tiempo, cuando ya habíamos desistido del trío en los "Discípulos", nos invitaron a tocar en su banda.
Yo comencé como guitarrista, pero ya a la tercera vez que nos íbamos a presentar, me dijeron dos horas antes del show que tenía que tocar el bajo porque el bajista no podía asistir esa noche. Nunca en mi vida había tocado el bajo, pero mi paso al bajo fue tan natural, que me pareció que lo tocaba hace mucho tiempo. A los colombianos les encantó lo que hice en el bajo, así que me quede ahí, y la banda se completó con la llegada del “Negro” Álvarez en la percusión menor.
A partir de ese momento, la banda creció con cada presentación, y pasamos de tocar una vez por semana a tocar siete veces por semana. A la onda de los colombianos, los argentinos le agregamos la musicalidad, y ahí se dio una simbiosis genial. "Los estabamos esperando", nos dijo Mauricio una vez.
Y todo esto degeneró en un disco, al que si bien hicimos muy rápido, nos llevó mucho trabajo y dedicación. Hoy tengo el agrado de presentarles la cancion que elegimos como Single de ese disco grabado en Cuzco, llamado “Qué borrachera”.




El Pibe (Letra: Mauricio Gómez-Juan Manuel Álvarez. Música: Lisandro Cabrera)

“El Pibe” es una canción de la que estoy muy orgulloso. Siempre me gustó la cumbia y siempre opiné que haciéndola bien podía tener el mismo status que cualquier otro género de música popular. Con esta canción nos metimos de lleno en el género bailable, un género vapuleado impunemente, sobre todo por los rockeros imbéciles, para los cuales la música se reduce a un solo de guitarra que mientras más rápido sea mejor, cagándose en la melodía, la armonía o el ritmo. Se ve que esos rockeros nunca han escuchado Salsa, una música bailable compleja y sofisticada, bastante más difícil de tocar que “Satisfaction” o “Señor Kioskero”.
“El Pibe” es una cumbia colombiana dedicada al mejor futbolista que tuvo Colombia, Carlos Alberto Valderrama, y a aquella mítica selección que comenzó en Italia 90, aquella del error de Higuita y el gol de Milla a favor de Camerún, y que culminó con la desastrosa participación en el mundial del 94, con el gol en contra de Escobar y su posterior asesinato. Pero en el medio estuvo el histórico 5 a 0 contra Argentina, ese 5 a 0 que te recuerda todo colombiano cuando se encuentra con un argentino. Pero he aquí lo irónico: la canción la terminé cantando yo.
Yo me hice cargo de las voces, el bajo, guitarra criolla y eléctrica. Mauricio de los coros y el maracón. Javier de la guitarra acústica y Valerio de la batería. En esta canción también aparece un instrumento típico de Colombia, sobre todo de la región de San Jacinto: la gaita colombiana, a cargo del Negro Álvarez. Y la canción se completa con el negro Carlos en las congas.
Y con esta canción nos hemos prometido una difícil misión: llegar hasta Barranquilla, en el caribe colombiano, en donde vive el pibe, y entregarle este humilde tributo de argentinos y colombianos.
Basta de chácharas. Abajo está el link para que puedan escuchar la cancion, y si quieren pueden encargarnos el disco, que será enviado a la brevedad, y con su compra, nos ayudan a seguir manteniendo vivo este sueño. Espero que les guste.


http://www.purevolume.com/Pachanga


domingo, 1 de noviembre de 2009

La Gira Pachanguera (Primera Parte): Cuzco-Abancay

*Con ustedes, La Pachanga.



La salida gloriosa del Cuzco

Nuestros últimos días en el Cuzco fueron por demás agitados. Yo me encerré días enteros en el estudio de grabación terminando de grabar y mezclar el disco de Pachanga “Qué Borrachera”, que recién lo pudimos terminar tres días antes de irnos, perdiendo fortunas en ventas con cada día de retraso. Ni bien terminé mi laburo con el disco de Pachanga, volvimos al otro día al estudio a grabar “El Precipicio”, la primer canción del disco de Los Discípulos de Alkachofa, “Canciones por la Carretera”.
La experiencia de trabajar en el estudio resultó extremadamente cansadora y tediosa, sobre todo cuando uno quiere que cada detalle quede perfecto y el tiempo en el estudio es limitado, pero al final del día, al ver los resultados, no creo que haya algo más gratificante que escuchar cómo va tomando forma una creación personal, que algún día fue solo una idea incipiente. Y la música tiene esa característica peculiar: si no se plasma en una grabación queda en la nada absoluta, en una materia totalmente inasible que se desvanece en el aire.
Por esos días, Valerio se fue a Lima a verlo a Charly García, emprendiendo un viaje de 20 horas, para volver al otro día. Ni bien volvió, nos pusimos a ensayar con la banda de Ska y Punk “No Funka García” para grabar un disco. Al final el tiempo alcanzó para que Valerio deje grabadas solo unas baterías.
Un sábado 3 de octubre, hicimos el estreno del disco de Pachanga en el bar Wachuma y al martes siguiente hicimos el show de despedida en el mismo bar. Esa despedida del público de Cuzco fue la mejor que pudimos tener. El bar se llenó con todos los conocidos y amigos que habíamos hecho en esos seis meses en el Cuzco, y ahí estuvimos armando la rumba hasta altas horas de la madrugada. Al otro día estábamos saliendo para Abancay, con la certeza de que algún día volveríamos a esa ciudad que nos habría de marcar de por vida.
*En la inauguración de la discoteca "La Mamacha".
*El disco recién salido del horno

*Grabando "El Precipicio"





*Despidiéndome de la vieja




Abancay o la dura batalla de ganarnos el público local




*Afiche promocional por las calles de Abancay


*En las puertas de Abancay


Abancay, a cuatro horas de Cuzco, es un pueblo metido en la sierra, al que llegamos invitados por el bar Mamut para tocar dos noches. Enseguida sentimos el cambio de clima, mucho más cálido, y una cierta frescura por haber salido de Cuzco.
Julio, el dueño del bar, nos fue a recibir a la terminal de buses y de ahí nos llevó directamente a la radio local para promocionar el show. Las canciones de Pachanga sonaron por primera vez en la radio (ojalá no sea la última), y se me estremecieron las tripas al escuchar mi voz en “El Pibe” saliendo por la cadena local.


*Golpeando las puertas de la radio


Esa misma noche nos subimos al escenario para dar el primer show de Pachanga fuera de Cuzco. Ni bien entramos al local, nos dimos cuenta que no conocíamos a nadie y que el público iba a ser muy diferente al que estábamos acostumbrados. El público pachanguero cusqueño era bastante heterogéneo, pero estaba conformado en su mayoría por gringos curiosos que se enloquecían al primer golpe de tambor y, por otro lado, por artesanos, mochileros, vagabundos, artistas, malabaristas, cirqueros, locos y vendedores de drogas, que enseguida se prendían en la rumba pachanguera.
Cuando tocamos el último acorde de “Pachanga” (así se llama la canción con la que comenzamos el show) en Abancay, sobrevino un tímido aplauso del fondo. Y cuando levanté la cabeza y vi sus caras indiferentes, postrados en sus asientos, me di cuenta que este iba a ser un público muy difícil. Por primera nos enfrentábamos al público local, peruano y de pueblo, conservador y no habituado a ver bandas de rock y menos de temas propios.
Acostumbrados a ver bailar a todo el mundo ni bien suena nuestra música, no supimos cómo reaccionar ante este público callado, reservado, que se mantuvo indiferente en toda la primera parte del show. Hasta se subió el presentador para tranquilizar a la audiencia cuando descansábamos en el entretiempo: “Quédense tranquilos, que ahora vuelve la banda para tocar temas de Bob Marley y de UB 40, así no se aburren”, anunció por el micrófono. Y nosotros que nunca habíamos hecho temas de Marley o UB40 sentíamos cada vez más la presión y el nerviosismo.
Pero en ese momento tan difícil, apareció la figura caudillesca que habría de sacarnos a flote. Y él era el único que lo podía lograr y lo sabía. El enorme carisma y magnetismo de Mauricio Gómez, nuestro cantante y showman, reaparecieron de la nada. Ahí se planto en el escenario, batiéndose a duelo con la audiencia, a matar o morir, sin importarle más nada que ganarse el público. Su impacto escénico, genera una energía y una atracción que no te permiten sacarle los ojos de encima, cuando ya no importa como cante. Y los pibes abancaínos terminaron bailando y cantando nuestras canciones, y entre tema y tema se escuchaba: “Pachanga, Pachanga…”.
*"El Bocadillo" Gómez prendiendo la rumba

Ya para el show siguiente los teníamos a todos en el bolsillo y todo fue más fácil. Aunque después me tocó a mí sufrir a ese público helado. Por esos días en Abancay, no nos quisimos resignar a que “Los Discípulos de Alkachofa” desaparecieran en el fulgor de la gira de Pachanga. Así que le propusimos al dueño del local nuestro show a dúo para el sábado. Ese sábado por la tarde, se me cayeron algunas lágrimas gritando el gol de Palermo contra Perú, y no tuve mejor idea que recordarles el hecho a mis amigos peruanos como un dato de color en el show de esa misma noche. Ahí nomás me cayó una lluvia de silbatinas de la que no sé cómo me escapé. Agaché la cabeza y simplemente nos pusimos a tocar, remándola hasta conseguir esa atmósfera de buena energía que siempre buscamos producir entre nosotros y el público.
Al otro día nos embarcamos para Lima, cargados de ilusiones que pronto se verían aplastadas por la gran ciudad capital.


*Paliando el calor de Abancay
*Con los pibes abancaínos
El show de Abancay:






























*Fragmento de la entrevista en "Radio Stereo 95":

martes, 27 de octubre de 2009

El Precipicio

Tengo el agrado de presentar la primer canción concebida, engendrada y nacida durante este innolvidable viaje. Nos propusimos con Valerio que en vez de pasarnos el viaje tomando cerveza y correteando mujeres, podíamos dejar algo en el camino, algo que quede para siempre, que trascienda nuestra existencia- además de tomar cerveza y corretear mujeres.
La canción se llama "El Precipicio" y comenzó a engendrarse durante una noche de locura en Valparaíso, cuando me puse a tocar dos pares de cuerdas al aire de mi guitarra, y Valerio me siguió con un bombo leguero.
Pero el tema no nació hasta que le escribimos la letra y las diferentes secciones en la casa de papá Victor y mamita Aurora en Arequipa, y le dimos los últimos retoques en el Cusco.
La grabamos en el Cusco, en dos sesiones en los estudios "El Vacilón de Romell". Fuimos casi sin ensayarla, y la parte más dificil fue a la hora de cantar, a las 10 de la mañana, recién levantado y con un guayabo más hijo e'puta que me quebraba la voz.
En la grabación participamos el "Nenei" Faiad con su bateria mejorada, yo en guitarra criolla, guitarra electrica y voz, y tuvimos el honor de la participación especial del "Mariscal Romell" (Rommer Daza Valenzuela) en bajo, que también fue el que se encargó de grabarnos (algo así como nuestro técnico de grabación). Nuestras gracias eternas a Romell por ese bajo increíble y por su paciencia durante las sesiones de grabación, sobre todo las largas horas que pasamos juntos terminando el disco de "Pachanga".
"El Precipicio" está inspirada en "La Arenosa", canción interpretada brillantemente por Mercedes Sosa. Así que este es como nuestro pequeño tributo a la negra, una de las más grandes cantantes que ha tenido nuestro país. Y dió la casualidad que empezé a escuchar su música días antes de que muera, y ese día, antes de enterarme, me escuché todo un disco de ella tomando sol en plaza San Blas, y me volví a conmover con su versión de "Gracias a la Vida".
Muy pronto, tenemos la intención de incluir "El Precipicio" en un disco lleno de canciones que vayan surgiendo durante nuestra travesía en distintos lugares de latinoamerica.
Este es el link en donde pueden escuchar la canción y también descargarla:

http://www.purevolume.com/DiscipulosdeAlkachofa/

Y ahora más que nunca es importante que comenten y que critiquen también.
La actualidad nos encuentra en Mancora, una hermosa playa al norte de Perú, a dos horas de Ecuador, luchándola como siempre, tocando hasta que sangren las manos.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Hasta siempre Cusquito querido!




Hoy, 21 septiembre, el día que escribo estas líneas, nos confirmaron las dos primeras fechas de la gira de “Pachanga” por Latinoamérica, en un pueblo llamado Abancay, a cuatro horas de Cusco en dirección a Lima. Después de la alegría inicial por la noticia sobrevino la nostalgia, porque también significa nuestra salida definitiva del Cusco, en unos pocos días. Siempre que se nos acercaba la fecha pactada para seguir viaje, decíamos: “Quedémonos un mes más”, pero ahora no hay vuelta atrás.
Cusco nos dio todo. Lo que Argentina nos negó tanto tiempo (en mi caso, 12 años, desde el día en que mi vieja me compró mi primer guitarra para navidad, y en el caso de Valerio, desde que nació con un palillo en la mano) Cusco nos lo dio enseguida. Cusco nos dio la posibilidad de vivir de la música desde el primer momento. Después de tantos años de práctica y estudio, Cusco nos permitió recoger los frutos de nuestro esfuerzo. Cusco supo valorar nuestro arte, no como en mi Buenos Aires odiada, donde hay que pagar para tocar. No como en mi querida Gualeguaychú, donde existe un solo lugar para tocar, solo dos días a la semana, gracias a la política de mierda y represiva de la municipalidad, que en vez de impulsar y fomentar lugares para difundir el arte de los jóvenes, les pone las mil y una trabas a cualquiera que se atreva a tener música en vivo. Prefieren tenernos encerrados en un recinto moviendo el cuerpo como idiotas con esa música de mierda que pasan en boliches y en discotecas, o a los pibes tomando y drogándose en una esquina en lugar de estar haciendo música o cualquier otra actividad cultural. Porque el arte te invita a pensar, y el que piensa es más autónomo y libre, y un hombre libre y autónomo es peligroso para el sistema.
Y ni hablemos de los sueldos irrisorios que cobra el músico en Argentina, donde los dueños de los bares piensan: “Pero si se está cagando de risa con su guitarrita y levantándose minas. Además le doy un par de cervezas, que más quiere”. En Cuzco, si bien no ganamos fortunas, el músico gana por encima del salario promedio de cualquier trabajador.
Con el “Nenei” Faiad (así lo hemos bautizado en la banda, por ser el más chico) tenemos muchísimas diferencias. Pero en algo coincidimos: las tres cosas más lindas de la vida son la música, la cerveza y las mujeres. Y acá nos dimos una panzada de todo eso.
En Cusco logramos el objetivo principal de este viaje, y de nuestras vidas: vivir de lo que nos apasiona hacer. Y después de Cuzco, nada será igual para nosotros. Nunca jamás vamos a poder volver a hacer otra cosa que no sea música. La simple idea de imaginarnos de vuelta trabajando en el Ciber de Paraná y Paraguay en Buenos Aires, nos dá escalofríos y ganas de vomitar.
En Cusco logramos muchísimas cosas: llegamos a tener la mejor banda de una de la ciudades más turísticas de Latinoamérica (si no la mejor, la que más gente mueve). Mañana terminamos de grabar un disco con esa banda, ojalá el primero de muchos con el Nenei, que también es mi primer disco.
Por otro lado, en julio nos eligieron a Valerio y a mí, con los “Discípulos de Alcachofa”, como los mejores músicos del bar Nuna Machay junto con el “Phuru” y su banda, habiendo sido seleccionados para tocar en las fiestas patrias peruanas en dicho bar.
También fue muy satisfactorio haber tocado con muchísimos músicos de gran nivel a lo largo de estos seis meses, como Michel, ex tecladista de Alejandro Saenz, que nos invitó a tocar en sus jam sessions de lunes y miércoles en el Km Cero.
En mi caso personal, logre transformarme de guitarrista en músico, abarcando otros instrumentos como la voz y el bajo, y entendiendo la música de una manera más amplia.
En definitiva, gracias Cusco por tanta magia, una ciudad a la que seguro regresaremos y en la que yo tengo pensado vivir algún día.
Y a los músicos que andan por ahí, que todavía no se animan a dejarlo todo por la música, a los que no se animan a dejar la carrera de Abogacía “porque con la música te vas a morir de hambre”, a los que no se animan a dejar el cubículo de la oficina en el microcentro porteño porque les de la seguridad de tener un sueldo todos los meses, a los que laburan de cadetes para un hijo de puta que se llena de plata mientras a vos no te alcanza ni pa’ comer y te consume la mitad de tu vida. A todos ellos les queremos decir: con la música se vive, se come y se educa. Es cuestión de proponérselo, porque a los que tienen bien en claro lo que quieren para sus vidas y se esfuerzan en conseguirlo, lo consiguen.
No nos quedan más que palabras para agradecer a todos esos que nos dijeron: “Vayan para adelante, lo van a lograr, persigan sus sueños”. Yo le agradezco a mi mamá por todo ese empuje que me dio siempre para hacer siempre lo que me haga feliz: por comprarme mi primer guitarra, por insistir en que tome clases, por comprarme esa entrada para ver AC-DC, el concierto que me cambió la vida, por inculcarme el amor por los viajes.
Y a los que siempre nos dijeron: “¿Qué vas a hacer de tu vida?”, “Con la música te vas a cagar de hambre toda tu vida”, “Ponete a laburar, que con la guitarrita no vas a llegar a nada”. A esos les decimos: váyanse a la concha de su madre!!
Y a vos, cusquito querido, gracias por los mejores días de nuestras putas vidas !Hasta Siempre!


Recuerdos Cusqueños

Pachanga en pleno apogeo: al aire libre, la foto forma parte del afiche de la primer parada de la gira "Qué borrachera" en Abancay.


Grabando "Qué Borrachera":


Los Discípulos en vivo en "El Nuna":

Pachanga en el Km Cero:


Con la vieja!


Video de "Lagrimas negras" por los Discípulos de Alcachofa (Juan Manuel de Pachanga en la percusión):