jueves, 10 de diciembre de 2009

La gira pachanguera (II Parte): Lima-Mancora


*Pescadores en Máncora (Foto by Eva "la inglesa")


Otra Buenos Aires
Llegamos a Lima con muchas ilusiones de “pegarla” en la capital peruana. Lima, al contrario de lo que opinan muchos viajeros, es una ciudad que me encanta. Tiene un encanto muy particular, fruto de ser la única capital de Latinoamérica frente al mar, y sobre todo los barrios de Barranco y Miraflores.
La primer noche salimos a Barranco a buscar un lugar donde mostrar nuestra música y hacer unos pesos. Pero ya en el primer pub en que nos metimos nos dimos cuenta de cómo era la movida. “Me suena a pura Bogotá”, me dijo Javier después de escuchar el discurso del dueño, que nos hablaba de que era muy bondadoso con los artistas al darles un espacio para tocar en su bar. Pero claro, olvidate de ganar un peso.
El mejor trato que conseguimos después de visitar casi diez bares de Barranco fue cobrar la mitad de las entradas una vez que el bar haya facturado 500 soles en consumiciones (600 pesos arg. o 160 dólares, en todo caso, una fortuna en Perú). Si no llegabamos a los 500, los teníamos que poner de nuestro bolsillo. “Me suena a pura Buenos Aires”, le respondí a Javier.
El dinero se nos iba como agua entre las manos en una ciudad bastante más cara que Cuzco. Así que al otro día decidimos irnos a la mierda de Lima, una urbe que parecía tener las mismas características de toda capital.


Como en el Caribe pero con ceviche y sin músicos
Nos fuimos derecho a Mancora, la mejor playa del Perú, buscando nuevos horizontes para nuestra música, sin imaginarnos nunca que un día nos echarían los surfers.
Ubicada al norte del país, a dos horas de Ecuador, Mancora es famosa por sus olas que atraen a surfistas de todo el mundo. Por esos días, justamente, se disputaba el mundial femenino de surf.
La misma noche de nuestro arribo, volvimos al tedioso trabajo de encontrar lugares para tocar, de preguntar, de convencer y hasta de pedir por favor una oportunidad. Este laburo, al comienzo de nuestra estadía en cada nuevo lugar, resulta hasta más importante que las mismas tocadas y sobre todo, mas estresante, en un contexto donde el stress casi no existe para nosotros.
Más adelante nos daríamos cuenta de que el secreto de nuestra gira latinoamericana no es tanto moverse de aquí para allá, tratando de conocer la mayor cantidad de lugares en el mínimo tiempo posible. Nosotros no somos turistas, somos músicos en tránsito por el continente y nuestro trabajo empieza a rendir frutos luego de un tiempo en cada ciudad; es imposible obtener resultados satisfactorios inmediatos. Por eso estuvimos seis meses en Cuzco.
Así que decidimos establecernos un tiempito en este pueblito de pescadores que se extiende un par de cuadras alrededor de la panamericana. Un pueblo que tiene la particularidad de ser el segundo centro turístico del Perú y en donde increíblemente no existen los músicos. Así que aunque no estábamos en temporada y la gente no era mucha, nuestras posibilidades de trabajo eran buenas.
En nuestra estadía en Mancora, que resulto ser de tres semanas, conseguimos toques con Pachanga en el mejor hotel de Mancora, el Loki del Mar, y en el Surf Pub de la playa. Y con los Discípulos de Alkachofa conseguimos toques extras en el WooHoo bar y en el Moomba Beach en la playa.



*Tocando en el WooHoo Bar

















Por esos días tuvimos una vida realmente increíble. Estábamos en la playa, el hábitat natural de la Pachanga, y con dos toques semanales ya nos alcanzaba para vivir muy bien. Nos alcanzaba para pagar nuestra linda habitación de cinco soles (U$1,50) en el hostel “Playa Girón”, para comer todos los días nuestro delicioso menú de ceviche y maricos a la milanesa (también por 5 soles) y para nuestra cervecita en la playa.
Eso es lo lindo que tiene Perú. Todo el mundo tiene acceso a bienes y servicios que son casi inalcanzables para el común de la gente en Argentina. Hasta el más humilde puede comer en restaurantes todos los días, tomar un taxi, etc. Y con muy poquito pudimos grabar un disco (pensar que grabamos un disco por 450 soles, es decir, U$150, algo totalmente impensado en Argentina).
Así que en Mancora pasábamos todos los días en la playa, tomando una cerveza, jugando al futbol, tocando la guitarra y componiendo. Ese fue también un periodo altamente creativo. En Mancora decidimos hacer provecho de nuestro abundante tiempo libre y nos pusimos a componer y a renovar el show, tanto de Pachanga como de los “Discípulos”. Allí surgieron dos composiciones originales: “Magali” de Pachanga y “Amor Casual” de los Discípulos (Nota: las letras no están basadas en hechos reales). Además sumamos varios covers al show de Pachanga, y al amplio repertorio de los Discípulos (más de 60 canciones), sumamos una interesante versión candombe del tango Volver, que pensamos grabar algún día.


*Ensayando en la terraza del hotel


*En la puerta del "Playa Girón"


*"Dios Bendiga al Ceviche"



*Fiesta de haloween con todo el parche










Pero había algo negativo de Mancora. El ambiente, sobre todo de noche, era bastante pesado. Sobraban las peleas durante nuestro shows, en un clima cargado de cocaína y de ventajeros en cada esquina. La playa a la noche era tierra de nadie, en donde no se podía estar tranquilo porque eran frecuentes las patotas de ladrones que asaltaban a cualquiera que anduviera por ahí. También era muy usada la modalidad de vender marihuana a los turistas para después dar aviso a un policía -que obviamente estaba metido en el negocio-, que después de increpar al ingenuo consumidor y de asustarlo con llevarlo a la cárcel, le sacaba varios billetes como precio para su libertad.
Metido en este ambiente de mierda, he aquí la peor lacra de la sociedad peruana: el brichero. Se dice que es una especie nacida en el Cuzco, pero existe en muchos lugares, no solo en Perú. El brichero, hombre o mujer, se dedica a buscar gringas (que son más fáciles que la tabla del uno) con el objeto de levantárselas, enamorarlas y sacarles plata, para comer, para tomar algo y hasta tenemos un amigo que llego a obtener una laptop y un saxo después de enamorar a su gringa.
Lo más repulsivo es que dedican su vida a este negocio del engaño, sin buscar un trabajo digno que los sustente, y se hacen los amigos o novios de sus víctimas, pero ven al otro simplemente como una fuente de dinero que utilizan a su antojo.
Y en Mancora se da una combinación exasperante: el brichero es también el surfista local. Con sus músculos bien marcaditos y un pedazo de mierda en el cerebro, se pasean por la playa con su tabla en su mundo de apariencias, porque, entre otras cosas, nunca los vi surfear.
Un día estábamos tomando sol, riéndonos y bebiendo una cervecita helada, cuando se nos acercan estos microcéfalos y nos intiman para irnos de la playa: “Ya hace mucho tiempo que andan por acá, vayan yéndose porque van a terminar mal”. Cuando le preguntamos porque, se nos acercan con ganas de pelear -porque es lo único que saben hacer-, amenazándonos con que nos iban a matar si no dejábamos la playa.
Se ve que se comieron varias películas y series yanquis de surfers y guardianes de la bahía, y parece que se creían los reyes de la playa. Da la casualidad que hace poco salió una película que se llama “Mancora” que habla de algo muy parecido.
Después nos enteramos, por allegados a los surfers, de que les molestaba vernos con nuestros amigos y amigas en la playa pasándola bien y, al parecer, amenazábamos su negocio de bricheria. Con muchísima rabia e impotencia nos fuimos ese día pensando en cómo estos pelotudos nos estaban echando de la playa. Tratamos de planear una revuelta juntando a todos los músicos para hacerles frente a los surfers, pero enseguida nos dimos cuenta de que tal empresa estaba condenada al fracaso, porque los músicos éramos solo nosotros cinco y el más pesado pesaba 50 kilos.
Nos fuimos a los pocos días del incidente rumbo a Ecuador, no por los surfers, sino porque era el plan salir por esos días de esa playa en la que la pasamos muy bien, pero en donde no pasaba nada. Además con Valerio ya llevábamos un mes de ilegales en Perú, y cada día que pasaba más grande se nos hacia la multa a pagar en la frontera.

























*Lo invitamos a cantar a Mauricio y enseguida se prendió la rumba





*Escenas de homosexualismo en el seno de "La Pachanga"