miércoles, 8 de diciembre de 2010

Se dice Panamá City (suena más cool)





Pedro Navaja, la canción del panameño Ruben Blades, nos daba la bienvenida a Panamá mientras sonaba en el bus que nos llevaba desde Puerto Lindo a Ciudad de Panamá. Recién nos bajábamos del barco y ya estábamos arriba de uno de esos viejos, calurosos e incómodos buses escolares gringos, que acá los usan para el transporte público y que son casi un símbolo del país, los llamados “Diablos Rojos”.
Después de pasar por Colón, un puerto libre de impuestos que se presta a todo tipo de tráfico ilegal de mercancías a precios irrisorios, llegamos a Panamá City (acá los panameños hablan con muchas palabras en inglés debido a la gran influencia yanqui que data de 1903, cuando Estados Unidos provoca la independencia de Panamá de Colombia para tomar el control de la construcción del canal y, practicamente, del país entero).
Desde nuestro arribo a la capital panameña hemos tenido siempre el viento a favor. Tuvimos un debut en vivo increíble en el bar Cedros del casco antiguo, con muchísima gente bailando en la calle al compás de nuestra música. Después de semejante fiesta, estábamos contratados para todos los sábados. Una semana más tarde, nos vio el gerente del bar Coffee Tree y nos contrató para tocar todos los miércoles y viernes. Y como parte de pago, nos compraron nuestro primer sonido.
                                                


Fiesta en las calles del Casco Antiguo: debút del Che Trio en Panamá
 
Además, tuvimos nuestro primer representante, que nos llevó al programa de radio “Voltage 3” (el más importante en materia de rock) y nos hizo aparecer por primera vez en los medios gráficos, más precisamente en “Mi Diario”, el diario de más tirada del país.


En la sala de redacción de "Mi diario", el diario de más tirada de Panamá.

Y por esas cosas de la vida, nos cruzamos de casualidad en una fiesta con Mónica, una amiga que habíamos conocido en Cartagena, pero de la que habíamos perdido el rastro. Para nuestra sorpresa, ella vivía en Panamá y tenía dos cuartos libres en su departamento del paquete barrio de Bellavista, uno de los más lindos de la ciudad, a donde ahora estamos viviendo gracias a su enorme corazón.
Pero siempre una mala tenía que aparecer después de semejante racha. Y apareció cuando nos robaron un bolso con todos los fierros de la batería (pedal de bombo, pie de redoblante, de ton, de crash y hi hat, más una campana).
Ya recuperados del robo y con casi tres meses viviendo en Panamá City, nos fuimos haciendo un nombre y hasta nos empezaron a contratar para fiestas privadas, algo nuevo para nosotros. Poco a poco nos fuimos acostumbrando al público panameño, muchísimo más frio que el colombiano, y que nos hacía extrañar esos shows que dábamos todos los sábados en el Leon de Baviera de Cartagena para la eufórica audiencia colocha.


Con el guitarrista argentino y mi ex profesor Diego Mizrahi, durante una clínica de Digitech en Panamá.


Con la leyenda del boxeo, el idolo panameño seis veces campeón del mundo "Mano de Piedra Durán". A la izquierda, liebling Sara.


Conociendo a mi sobrinita Candelaria.


El Che Trio al estudio
Todo estaba perfecto, pero faltaba algo. Faltaba eso que le da sentido a nuestro viaje y a nuestra existencia: componer canciones y grabarlas. Porque hacer música es la razón de todo; no hacemos música para hacer unas mangos y poder viajar. Viajamos para hacer música, para aprender e inspirarnos, para mostrar nuestra música al mundo.
Fue así que cuando llegamos a Panamá dijimos: “es tiempo de grabar”. Después de un año de haber grabado en Cuzco, llegó el momento de plasmar lo que hemos compuesto desde que salimos de Cuzco a esta parte. “Magalí”, “Agua de Rosas” y “Mi son tropical” de nuestra ya desaparecida Pachanga, y “Uma nota mais”, canciones compuestas entre Máncora (Perú), Cuenca, Montañitas, Baños (Ecuador), Bogotá y Cartagena (Colombia), son cuatro de nuestras composiciones que vamos a entrar a grabar a partir de este jueves 9 de diciembre.


Con el Chapo en Cedros

Con mi amigo Adrian en el Valle de Anton


  
El sonidito nuevo del Che Trio: el portable Peavey Escort.


Y nos vamos con un tributo al público femenino del Che Trio...
Durante nuestro primer show en Cedros





Gracias luchito por las fotos!

Cantando "Yesterday" con el viejo Robinson.

Saludos a todos y comenten che, que no cuesta nada!





lunes, 20 de septiembre de 2010

De Cartagena a Panamá

*Con la proa apuntando al oeste, a centroamérica.

Después de contemplar varios planes (el primero fue quedarse de ilegal en Colombia hasta agarrar la temporada de diciembre-enero en la costa, después fue ir para Venezuela donde se rumoreaba que los pasajes de avión eran muy baratos para visitar nuestro país, al cual ya extrañamos mucho), finalmente decidimos patear el tablero y seguir pa’delante rumbo a Centroamérica, dar el gran paso y saltar a Panamá en velero.
Pero primero, no podemos dejar de dedicarle unas líneas más a una de las ciudades más importantes de nuestro viaje: Cartagena de Indias.



Cartagena, la sucursal del cielo (Parte II)



Cartagena significó el fin de una etapa. En Cartagena dejamos morir a nuestra amada banda Pachanga y vimos florecer con todo al Ché Trío, el proyecto musical que mejor hemos explotado laboralmente y que más rédito económico nos ha dado en lo que va del viaje. Cartagena también fue la última parada de nuestro camino por Sudamérica, continente que recorrimos durante un año y medio haciendo música en ciudades y playas de Chile, Perú, Ecuador y Colombia.
Durante los dos meses y medio de nuestra estadía en Cartagena, alquilamos una habitación para los tres en “La Posada del Pirata”, un antro de dimensiones bíblicas pero con mucha onda, ubicado en pleno centro histórico de la ciudad, ese que se encuentra rodeado de una gran muralla construida por los españoles para salvaguardarse de los piratas que acosaban la zona. “El Pirata” era unos de esos hospedajes que sirven de refugio a los locos, artesanos, hippies y caminantes, la mayoría argentinos, que sin duda somos los que más viajamos por Latinoamérica.
Rápidamente nos pusimos a tocar con el Ché Trio en varios lugares con públicos muy diversos, a los que adaptábamos nuestro ya enorme repertorio. Nuestro primer contrato fue en las fiestas de los miércoles en la terraza del Hotel Medialuna, donde tocábamos para un público en su mayoría gringo (por gringo se entiende todo hombre blanco que no hable español) una combinación de música en inglés y música latina para bailar: cumbia, salsa y samba. Los viernes quedamos fijos en el Scooter Pub, donde teníamos un público más joven y local, ávido de mucho reggae, y los sábados teníamos el mejor toque en el mejor bar de Cartagena, el bar alemán “León de Babiera”, donde tocábamos siempre a casa llena para un público puramente cartagenero y de poder adquisitivo, que se volvía loco por Soda Stereo y el rock argentino.


*Poster promocional del Che Trío en el Scooter Pub


The Dream is Over: el ocaso de Pachanga
En pleno auge del Ché Trío en Cartagena, nos vino a visitar Javier para volver a juntar a Pachanga por una última vez y darle una especie de despedida a la vaina. Javier había decidido dejar la banda para irse a vivir a España y nosotros nunca pudimos encontrar un reemplazo (el bajista que había prometido venir hace unos meses nunca llegó).
Tocamos con Pachanga en las fechas que teníamos programadas para el Ché Trio, pero una banda desanimada, que sabía que el sueño se había terminado, y completamente desajustada por la falta de ensayo después de dos meses sin tocar, no convenció a nadie y la gente pedía por el Ché Trío. Pachanga ya estaba muerto, solo faltaba darle entierro.
El fin de semana siguiente al fracaso pachanguero volvimos a tocar con el Che Trío, ahora con Javier observando el show desde una mesa y sin dejar de sentir cierto escozor, sobre todo cuando interpretamos nuestra versión acústica del clásico de Pachanga, “El Pibe”.
Pachanga era cosa del pasado y el Che Trió brillaba con un éxito sin precedentes en nuestra corta trayectoria tocando juntos desde que salimos de Argentina. Pero parte de ese éxito se debía a esa herencia pachanguera de fiesta y fusión del rock con ritmos latinos que el Ché Trío tomó como propia.
Si de algo nos dimos cuenta en este tiempo, es que la gente quiere fiesta, quiere divertirse. Estamos cansados de ver excelentes músicos de jazz tocando para tres personas. Nosotros le damos a la gente lo que quiere escuchar y nos divertimos también. Además, tenemos nuestro proyecto musical de temas originales en donde buscamos experimentar con nuestra música y plasmarla en un nuevo disco grabado en Panamá. Pero nuestro trabajo es entretener y eso es lo que nos permite comer, viajar y tener siempre un techo donde dormir.

De Pachanga quedó solamente un hermoso recuerdo. Quedó también un disco que, con todos sus defectos, le tenemos un gran cariño y nos ha servido de mucho. Ese disco nos abrió las puertas para tocar en Europa –que fueron cerradas por la burocracia administrativa y xenofóbica de la embajada de Francia- y todavía nos genera buenos ingresos, ya que se vende como pan caliente durante los shows del Ché Trío.
Tenemos la esperanza de algún día encontrar un bajista y formar la banda de vuelta, pero lo que es seguro es que nos juntaremos todos algún día en el Cuzco, donde todo nació, para revivir la magia.


Pura magia: Pachanga en Cusco.


Los buenos tiempos: ensayando en Máncora


El cruce a Panamá: del infierno al paraíso
Tuvimos que dejar Colombia atrás, en contra de nuestra voluntad, ya que el gobierno colombiano no nos permite estar como turistas por más de seis meses. Colombia fue un país en el que nos sentimos como en casa y en donde hicimos muchísimos amigos; un país que nos dió todo y en donde dejamos raíces que seguramente nos harán volver continuamente a sus tierras.
El 26 de septiembre partimos rumbo a Panamá arriba del “Shieda”, el pequeño velero del Seba, un argentino artesano y viajero, como tantos que andan por ahí, que cuando llegó a Panamá, también en velero, decidió seguir su Leyenda Personal y se puso a trabajar en un barco hasta que se pudo comprar el suyo para realizar su sueño de navegar por el mundo.


El capitan con el hermoso Dorado que pescó mientras nos acercábamos a Panamá. Una hora más tarde lo estábamos saboreando.

La travesía en velero hasta Panamá fue tan hermosa como perturbadora, una de esas experiencias que uno se alegra de haberlas hecho una vez, pero que no volveríamos a repetir. Los supuestos tres días de navegación por el Caribe hasta Panamá se transformaron en cinco debido a las tormentas y fuertes corrientes que tuvimos que afrontar. Todo comenzó con una tormenta impresionante en mar abierto la primera noche, y los vómitos y mareos constantes que se extendieron por tres días. Era desesperante sentirse tan mal y ver solo mar, saber que no había escapatoria, que había que esperar cinco días para bajarse del barco. “Nunca había tenido a toda la tripulación descompuesta”, nos confesó más tarde el capitán.
La tortura parecía haberse terminado al cuarto día de navegación, cuando ya nos habíamos acostumbrados al movimiento del barco y los mareos cesaron, lo que nos permitía volver a comer normalmente. Ese día pisamos tierra cuando bajamos a la isla Porvenir, en el archipiélago de San Blas, para hacer los trámites migratorios de entrada a Panamá. Pero ni bien me bajé del barco, no podía mantenerme en pie y me sentía mareadísimo de vuelta, pero ahora en tierra!! Era el famoso “mal de tierra” que le agarra a algunos cuando están un tiempo en el mar.


*Tierra!!

Lo primero que quisimos hacer cuando bajamos del barco fue relajarnos en las playas de las islas y meternos al mar transparente de tono verduzco típico del Caribe. Pero grande fue nuestra sorpresa al ver a nuestro lado que de unas pequeñas construcciones de chapa sin techo, al final de un pequeño muelle que las elevaba sobre el agua, caía al mar donde nos bañábamos una masa informe de color marrón oscuro. Después vimos salir una persona de la pequeña habitación y caímos en cuenta: nos estábamos bañando en los cagaderos de los indios Kuna, habitantes de las islas.



*Un Kuna ofreciendonos langosta fresca





Pasamos la tarde en la paradisíaca isla desahitada de Chichimé, donde hay solo palmeras, arena blanca y el agua cristalina que deja ver sus corales y estrellas de mar en el fondo. Nos comimos unas langostas recién sacadas del agua y por la noche salimos a Puerto Lindo, desde donde nos tomamos un bus a Ciudad de Panamá.

Chichimé








Hoy estamos viviendo en Ciudad de Panamá, con trabajo y muchos planes para el futuro, pero ya les contaremos en breve lo bien en que la estamos pasando en nuestros primeros días en Centroamérica.






*El Seba



*Nuestros grandes amigos y compañeros de ruta, también tripulantes del "Shieda": Yankel y Laura.





En el fondo, la isla Porvenir



*Los Kunas habitan las 365 islas del archipiélago de San Blas, donde ejercen completa soberanía sobre su territorio.



*Durmiendo en el "Shieda"



*Con el trompetista de la banda colombiana "Velandia y la tigra"











*El parche de Playa Blanca (cerca de Cartagena): con Yankel, Laura, Esra y Sarita





*Playa Blanca



*Un asado en el caribe, hecho por un cordobés y un cartagenero en Playa Blanca. Hacía un año y medio que no probábamos esa delicia culinaria argentina.



*Chichimé















*En el puerto de Cartagena




martes, 24 de agosto de 2010

La hora del Ché Trío



Nos costó un año y medio pero llegamos, estamos en el Caribe, en la hermosa Cartagena de Indias, tocando muchísimo con un Ché Trío en su mejor momento, armando la rumba en todos lados. Pero antes pasaron varias cositas que valen la pena detallar.

La Feté Du La Musiqué
Finalmente tocamos con Pachanga en la “Feté du la Musiqué” organizada por la Alianza Francesa en el Centro Cultural García Márquez de Bogotá e hicimos nuestra denuncia pública, en pleno concierto, sobre las visas que nos negó la embajada francesa. Ni bien terminó el show, se acercó un alto funcionario de la embajada y nos ofreció su ayuda para conseguir las visas de inmediato. Claro, el festival en Francia ya había pasado, pero quien te dice el año que viene.
A raíz de ese concierto, nos invitaron a tocar en un acto público para festejar el cumpleaños del Presidente Uribe y telonear al mismísimo Juanes. Al final ese concierto se suspendió unos días después porque se cayeron los auspiciantes y no se pudo financiar el evento, pero para nosotros fue un alivio por el conflicto ético que se nos creaba por tocar en el cumpleaños de semejante hijo de puta, asesino y paramilitar!!



En la juega
Días después, tuve el único momento feo en todo este tiempo viajando por Sudamérica. Recuerdo que ni bien entrados a Colombia, en el bus que tomamos desde la frontera con Ecuador a Cali, me habían dado la primer advertencia. Cuando el bus paró en la ciudad de Pasto para que todos bajáramos a comer, yo me levanté del asiento y dudé un par de minutos: “¿Bajaré las guitarras para tenerlas conmigo, por las dudas?”. Al final me decidí a bajar del bus con mis dos guitarras y el bajo, con el garrón que eso significaba, pero “si me roban una guitarra me muero”, pensé. A los diez minutos de habernos bajado, mientras estábamos cenando en la terminal, viene uno de los pasajeros y, muy nervioso, nos pregunta si vimos a alguien subir al bus y bajar con un bolso; le habían tumbado la computadora en solo unos minutos. Ahí alguien nos dijo por primera vez una expresión muy colombiana: “Acá en Colombia tienen que estar en la juega”, que significa estar en la jugada, atento todo el tiempo, porque te descuidás y te duermen.
Y yo me descuidé una tarde, a plena luz del día, en un parque del concurrido barrio céntrico y lleno de turistas de La Candelaria, en Bogotá. Vinieron dos en una moto con un cuchillo y me quitaron la novia, mi querida guitarra electroacústica Fonseca. Además, también me robaron mi micrófono, Ipod, afinador, etc; todo mi material de trabajo.

Con una ayudita de mis amigos
Ese mismo día del robo teníamos que tocar por la noche, pero totalmente deprimido y dolorido (no solo espiritualmente, sino también físicamente por un golpazo que me di al intentar salir corriendo cuando vi que se me venían los chorros), y sin guitarra, había totalmente desechado la idea. Pero Paulita, una amigaza que nos estaba alojando en ese momento, me convenció: “Ve y toca, te va a hacer bien. Lo peor que puedes hacer es quedarte acá deprimido”. Igualmente no tenía guitarra, pero siempre aparece la gente querida dispuesta a dar una mano en el momento adecuado. Nos cruzamos en la calle con Laurita, otra gran amiga que tocaba con nosotros en Cuzco, y de una me prestó la guitarra. Esa noche tuvimos uno de los shows más lindos que hemos hecho con Valerio, con muchísima gente cantando con nosotros en la paqueta Zona T de Bogotá.



Como pensábamos viajar hacia la costa en esos días, tuve que salir rápidamente a buscar una guitarra por todo Bogotá. Fue así como me encontré con “La Guerrera”, de la “prestigiosa” marca China Warrior. Gastándome todos los ahorros que tenía encima, me la llevé sin que me terminara de convencer porque fue lo mejorcito que encontré por el dinero que tenía (en Colombia hay muy poca variedad de instrumentos). Pero había que darle tiempo, como me dijo un amigo (¡gracias Rope!).
Con ganas de conocer un poco más de Colombia y aprovechar la temporada en la costa, decidimos irnos de la fría y lluviosa Bogotá a mediados de julio, después de dos meses de haber llegado a la capital. Pero Javier, guitarrista de Pachanga, seducido por el confort y las comodidades burguesas, decidió quedarse en Bogotá. Nosotros, seducidos por la aventura de la vida nómade, pero con la promesa de volver a Bogotá unos meses después para seguir con Pachanga, armamos un bolsito con lo mínimo indispensable y salimos con el show acústico del “Ché Trío”, incorporando a Mauricio en percusión.
 
 


En dirección a Taganga, hicimos una escala a mitad de camino en Bucaramanga, ciudad en la que paramos por una pura corazonada mía: “No sé por qué, pero en Bucaramanga nos va a ir bien”, les dije a los muchachos. Además, yo tenía la invitación de Nelson Plata, que sin conocerme me invitó a parar en su casa de Florida Blanca, a diez minutos de Bucaramanga (¡gracias Nelson!).
Llegamos un jueves y ya el sábado estábamos tocando en “Saxo”, uno de los mejores bares de la ciudad, gracias a la ayuda de otro amigazo, “El Duke”, que conocía a la dueña. Después de ese show (que estuvo brutal), ya para la semana siguiente estábamos contratados de jueves a domingo en “Saxo” y en otros bares de Bucaramanga, y en un centro cultural en la ciudad de “Pie de Cuesta” (a veinte minutos de Bucaramanga). También nos entrevistaron en la radio local, donde hicimos sonar las canciones de Pachanga.
Durante esos shows en Bucaramanga, nos quedamos sorprendidos del nivel de aceptación que estábamos teniendo con lo poco que disponíamos: solo una guitarra acústica, sin bajo, sin solos de guitarra, sin secciones instrumentales, con una pequeña batería, una caja vallenata y mi voz. Todo tenía que ver con la maduración a la que habíamos llegado con el show acústico, fruto de la experiencia, del aprender a manejar el público y del amplio repertorio que manejamos.


*En el "Saxo" de Bucaramanga.


*Hipponeando a lo Plaza Francia en uno de los tantos parques de Bucaramanga

Te dije que en la juega!
Pero parece que en Colombia me agarraron de pelotudo y otra vez tuve un momento de mierda que vino a fastidiarme muchísimo, a solo una semana del robo de mi guitarra. Al momento de bajarme de un bus, un tipo haciéndose pasar por loco me agarró la pierna, dejándome inmovilizado unos segundos. Yo no entendía nada y esperé a que me soltara. Cuando me bajé del bus me di cuenta al toque de que no tenía la billetera, en donde tenía mis documentos y bastante plata que habíamos cobrado el día anterior. Por suerte, alcancé a parar el bus y a agarrar al hijo de re mil puta que me había agarrado la pata. Con la ayuda de la gente que iba en el bus, me devolvieron la billetera y salieron corriendo como "ratas por tirante".
El panorama delictivo colombiano se me completó días después en Cartagena, cuando vi como linchaban a golpes y patadas a un negro que había intentado robar un taxi; la situación llegó a tal extremo de violencia que le terminaron pegando una cuchillada en el hombro, cerca del cuello, en un intento por hacer justicia por mano propia. Todavía me sigue volviendo a la mente la imagen del negro todo ensangrentado, tirado en la calle, revolcándose del dolor, víctima de un salvajismo propio de delincuentes mucho más peligrosos que él.
Pero al fin y al cabo, todos estos hechos no empañan lo hermoso de este país, la calidad de su gente y lo bien que la estamos pasando. Después del fallido intento de robo de mi billetera, yo estaba con una calentura impresionante, con ganas de irme a la mierda de Colombia, pero otra vez se dio una de esas lindas casualidades que son como señales. Tocamos esa misma noche en el Centro Cultural Kussi Huayra de Pie de Cuesta y fue el toque más lindo que hemos tenido. Por primera vez teníamos un público sentado en filas, como si estuvieran en un auditorio, que había pagado su entrada para escuchar la música de unos argentinos que se hacían llamar el “Ché Trío”. No era solo emborracharse y cantar a los gritos “Matador” o “Lamento Boliviano”, sino que era un público dispuesto a escuchar con atención nuestra música que iba desde Los Beatles y Pink Floyd hasta Soda Stereo y Calamaro.

 
*El afiche promocional del Ché Trío en Pie de Cuesta


*En el Kussi Huayra de Pie de Cuesta


*Conociendo a las santandereanas


*El Centro Cultural Kussy Huayra


*Estrenando las camisetas de la banda local "Velandia y la Tigra" (Gracias Diana)


Cartagena de Indias: la sucursal del cielo
De Pie de Cuesta decidimos irnos derecho a Cartagena, donde nos esperaban varios amigos. Enseguida nos pusimos a tocar, armando una rumba terrible, esas que se arman cuando se da esa linda mezcla de turistas y locales entre los del público. Y ahora estamos instaladísimos, tocando de miércoles a sábado en diferentes bares y fiestas de la ciudad, y con ganas de quedarnos un tiempito en este hermoso lugar.

 
*Con Felipe (Hno de Mauricio) en la muralla de Cartagena

 




*Esta es la rumba de Cartagena (Hostal Media Luna)





*Esta es la rumba de Cartagena (Scooter Pub)

 



*En la terraza del Hotel Medialuna





 




*Cuando se para Gómez, agarráte!