viernes, 26 de febrero de 2010

La Web de Pachanga!

Esta entrada es solo informativa, ya que tenemos el agrado de presentar el sitio oficial de Pachanga: www.pachangacaliente.com.ar.
El capo Yankel Dickerman, que ya es un Pachanga más por todo lo que ha hecho por nosotros, construyó esta linda página que era una necesidad casi urgente de la banda.
En la página podrán escuchar todas las canciones del disco, descargar "El Pibe" y "Gózalo", wallpapers, leer la historia de la banda, ver el calendario de gira con las viejas y próximas presentaciones por latinoamérica, fotos, etc.
Gracias eternas a Yankel, y al Fefo Borgues por el registro del dominio. Gracias a todos los que han comprado el disco y a los que han asistido a algún concierto. También agradecemos mucho a los que comentan en el blog, ya que son los únicos que nos dan las pilas para seguir escribiendo.
Basta de chácharas y pasen por la página para ver que les parece, en el siguiente link:
www.pachangacaliente.com.ar

sábado, 13 de febrero de 2010

Montañitas



Esperando la temporada
Cuando llegué Montañitas, la primer impresión que tuve fue: “Ah, pero es un pueblo de mierda”. Un par de calles de tierra al costado de la ruta, unas cuantas casitas de caña de guadua con techos de paja, muchísimos artesanos parchando en el suelo, pequeños comedores sazonados con el polvo que levantan los camiones.
Llegamos a finales de noviembre, en plena temporada baja, cuando no había nadie en el pueblo. Solo los fines de semana se aventuraban algunos “guayacos” que se vienen de reviente para escaparle por unos días a Guayaquil, a tres horas de Montañita, la ciudad más grande de Ecuador -que nosotros preferimos esquivar. Pa’ colmo de males, llegamos en temporada de lluvia. Una garúa finita que no cesa y que convierte a las calles en un barrial casi imposible de transitar.
Y con poco dinero después de la experiencia deficitaria de Cuenca, caímos en el peor hueco de Montañita. Unas habitaciones a dos dólares por día en donde la cucaracha más chica te cebaba unos mates al atardecer y el calor insoportable que se concentraba bajo los techos de chapa, junto a los mosquitos, te hacía casi imposible siquiera dormir por las noches.
A pesar de todo, Montañita prometía mucho: “En temporada esto revienta”, “Tienen que aguantar hasta la temporada”, decían los que conocían la movida. Pero este cuento de la temporada ya nos tenía cansado. En todos los lugares que llegábamos nos decían lo mismo, en todos lados caíamos fuera de temporada. Nos pasó en Cuzco, en Máncora, en Cuenca, y ahora en Montañita.
Teníamos que tocar de inmediato, no podíamos seguir esperando y gastando los ahorros que nos quedaban. Pero Javier y Juan de Pachanga volvieron a su tierra a visitar a sus familias, prometiendo volver en dos semanas. Era la hora de los Discípulos de Alkachofa.
Conseguimos dos lugares para tocar, pero en los dos nos dijeron lo mismo: “Toquen, pero por ahora no hay nadie, no les podemos pagar. Si quieren les damos la comida y ustedes pasan la gorra”. Y no nos quedó otra que regalarnos nuevamente.
* Los Discípulos en la pizzeria "Porqué no".
*En la inauguración de "El Pachanguero"

Y una de esas casualidades del destino me llegó en uno de estos bares, en el “Hola Ola”, uno de los dos más importantes del pueblo. Después de tocar la primera vez en el restaurant del bar, se me acercó un tipo enorme, de metro noventa de alto, lleno de músculos, de pelo largo atado, con facciones judías y acento israelí. No lo habíamos visto antes, aunque su rostro me era muy familiar. Parecía tener algún cargo importante en el bar por cómo andaba chequeándolo todo. “Muy bueno chicos”, nos dijo. “Quiero que toquen en el escenario el fin de semana”. El Hola Ola tiene un escenario gigantesco en la discoteca detrás del restaurant, con equipos, sonido, batería y todos los juguetes.
-Te parece que puede funcionar el show acústico ahí? -le pregunté medio asustado.
-Claro que sí -me respondió inyectándome un poco de confianza.
Llegó la hora de despedirme de este tipo que tenía toda la onda, y me acordé de preguntarle el nombre. “Soy Arnie Hussid”, me respondió. Arnie es un famosísimo actor y modelo israelita-peruano, que en mi viaje anterior al Perú solían confundirme con él. La gente me saludaba por la calle y hasta me regalaba cosas creyéndome Arnie.
Las cosas parecían mejorar. Siempre la rueda empieza a girar cuando empezamos a tocar. Una vez que nos conocen, ya todo empieza a funcionar por sí solo. El show acústico en el escenario mayor del “Hola Ola” fue increíble. Los Discípulos, ahora en trío, con Mauricio de Pachanga en la percusión, tocaban por primera vez ante un público masivo, que fue llegando a medida que sonaban las primeras canciones. Nunca me hubiera imaginado antes de salir de viaje que con una guitarra acústica y un mini set de percusión íbamos a generar semejante show, con tanta gente bailando y cantando con nosotros.
*Show de "Los Discípulos en el Hola Ola"


Pero la decepción vino a la hora de cobrar. Los israelitas dueños del bar nos tiraron 10U$ a cada uno, una verdadera humillación para nosotros después de haber llenado ese local. El ánimo se me fue al piso, con ganas de irme a la mierda de ese pueblo en donde nadie valoraba la música. Si no nos fuimos fue porque los chicos decidieron aguantar unos días, esperar la temporada y el regreso de los otros chicos de Pachanga.
Cuando decidimos quedarnos, yo me mudé para “El Refugio”, un lugar hermosísimo en las afueras pueblo, lejos del quilombo de los bares y discotecas del centro. Los otros Pachanga más tarde alquilarían una casa en un pueblo vecino a 3 Km de Montañita, Manglar Alto.
*Mi "Refugio"

Pachanga se volvió a juntar a mediados de diciembre y tomamos la acertada decisión de ir a tocar al boliche competencia del Hola Ola, el “Cañas Grill”. A media cuadra de la playa, es sin duda, el bar con más onda del pueblo.
El primer show de Pachanga en Montañita, después de casi un mes sin tocar, fue el mejor desde que salimos de Cuzco. Ni siquiera habíamos ensayado, pero salimos a romperla con toda la energía que caracteriza a la Pachanga. Esa noche abríamos el show para que después toque la banda de covers estable del bar, “Monkaña”. El impacto de Pachanga fue de tanta magnitud, que se escucharon varios abucheos cuando empezó a tocar “Monkaña”. Al otro día ya estábamos contratados para tocar tres veces por semana durante toda la temporada, y Monkaña abrió el show de Pachanga.
*Se reúnen nuevamente los cinco "Pachanga" y estrenando el logo en la pizarra
*Javier Toro
*El negro Álvarez
*El "Boca" Gómez
*El "Nenei" Faiad
*"Pachanga" pintado con arena en las manos del maestro Yankel Dickerman.
Y otra de esas idas y vueltas del destino. Después de un show de Pachanga, se me acerca un pelado risueño, de baja estatura: “Che flaco, muy buena la banda”. “Gracias”, le contesté sin darle mucha pelota. Se compró el disco y se fue. Al otro día lo veo en la playa y nos ponemos a charlar. “Flaco ¿cuando vuelven a la Argentina? Quiero que toquen en mi bar”. El pelado resultó ser el dueño de un boliche en Buenos Aires super conocido, en el que yo intenté sin éxito tocar varias veces. Durante casi diez años viví enfrente de “Kimia”, escuchando el sonido de las bandas mientras intentaba dormir. Una noche fui a chusmear, porque tocaba una banda de Gualeguaychú. Y ahí estaba “El Nenei” Faiad tocando la batería, cuando jamás habíamos cruzado una palabra.

La temporada: Tocando el sueño con las manos
Salió el sol, se vino la temporada y Montañitas se llenó de gente (por desgracia, demasiado porteño cheto de zona norte).
Y se dio otra de esas hermosas casualidades tan afines a los viajes. La dueña de “Caña Grill” echó al baterista y al guitarrista de Monkaña. Y nosotros, que le habíamos caído bien a la “Titina”, comenzamos a tocar con Valerio también en Monkaña.
Valerio se reencontró con su instrumento, una batería de verdad. Por fin volvió a usar el pie derecho que ya lo tenía entumecido, y está tocando como nunca en 10 meses. Ya no me quedan dudas: es el mejor baterista que he visto en mi vida.

Y yo me reencontré con una colorada, delgada y de curvas sensuales, mi vieja Fender Stratocaster que tenía abandonada. Volví también a mi instrumento, a mi primer amor. Y volví a tocar covers de rock, a tocar solos y a todos los clichés del guitarrista de rock. Ese rock al que trato de escaparle pero por más que lo intente es algo que ya está en mí, en mi sangre musical, a lo que no puedo renegar porque gracias al rock me metí en la música.

Pero siempre buscando cosas nuevas, el 23 de diciembre cumplimos otro de los objetivos del viaje: tocar salsa. Con Valerio disfrutamos de este género de una manera orgásmica cada vez que escuchamos algún clásico. “Algún día tenemos que tocar salsa”, decíamos al poco tiempo de andar viajando. La salsa tiene la linda particularidad de combinar un género bailable (y el baile de la salsa es uno de los más lindos que he visto) con una música sumamente compleja, de un alto nivel musical.
Y a mí me costó muchísimo. Primero porque la guitarra no es un instrumento salsero. Pero lo que más me llamaba la atención en la salsa es el bajo: nunca toca las notas a tierra (los lectores músicos me entenderán). El bajo lleva un ritmo que nada tiene que ver con el rock o con la música occidental de raíces europeas.
Llegó el momento da hacer salsa cuando decidimos que era el ritmo adecuado para la última composición de Pachanga, “Magalí”. Así que me puse a sacar los bajos de los clásicos del género: “No le pegue a la negra”, “Llorarás”, “La murga de Panamá” y mi preferido, “En Barranquilla me quedo”, de Joe Arroyo.
En navidad estrenamos el mejor tema -o el más elaborado- de la Pachanga hasta el momento, la negrita “Magalí”, nuestro ensayo de salsa, con tintes de latin jazz en el estribillo, que hasta incluye mi primer solo de bajo.
Montañitas se volvió un paraíso. Todo lo que buscábamos cuando comenzamos el viaje, lo encontramos acá. Estamos tocando cinco días a la semana, ganando U$500 mensuales, ahorrando para seguir viajando tranquilos en un tiempo, aprendiendo todos los días, tocando todo tipo de géneros, desde rock alternativo hasta salsa, desde reggae a cumbia, reggeton, ska, tango, candombe, samba, bossa nova, etc. Y además componiendo y tocando nuestras canciones. Montañitas nos ha dado la posibilidad de desarrollar nuestra música, de mostrar nuestro arte y de ganar dinero.
Y nos levantamos, hacemos una cuadra y nos vamos a la playa a tomar una cervecita y a ver mujeres. Y el mar como telón de fondo, que acá en montañitas te da unos atardeceres sublimes, en donde el sol se hunde en el océano pacífico de una manera orgiástica.
Ya está, no se le puede pedir más a la vida!




*Inauguración de "El Pachanguero"
*Si pudimos influir en el nombre de un carrito de expendio de bebidas alcohólicas, todo habrá valido la pena.
*Pachanga en "Caña Grill".