lunes, 12 de abril de 2010

De gira por Ecuador!

De la costa a la sierra







Pachanga se fue de Montañitas con la cabeza en alto. Decidimos hacer lo nuestro, lo que sabíamos hacer y que nos chupara un huevo lo que piense la gente. Volvimos a confiar en la banda, la Pachanga remontó y nos fue muy bien nuevamente.
Pero ya estábamos hastiados de Montañitas. Era una vida de pueblo muy chata y todos los días y noches eran exactamente iguales. Y musicalmente, creativamente hablando, nos estábamos muriendo. Así que decidimos cambiar de aire e irnos definitivamente de la ciudad con más droga por metro cuadrado de Sudamérica.





Pachanga a casa llena en el Caña Grill de Montañita (último show del negro Álvarez con la banda)




Montkaña en Caña Grill, con Pin Pon y El Jaguar (Montañitas).



Montkaña con el negro Showy


Cuatro meses atrás, en la ciudad de Cuenca, después de tocar en el Café Eucalipto, tuve una conversación de cinco minutos con un mendocino llamado Víctor. Después de felicitarme por la banda, me invitó a pasar por Baños de Agua Santa, una pequeña ciudad en la sierra conocida por sus aguas termales y la práctica de deportes extremos:
- No podés irte del Ecuador sin haber ido a Baños. Vayan y se quedan en mi hotel.
- ¿Sí? Pero mirá que vamos en serio– le dije pensando que era otra de esas tantas invitaciones que después quedan en la nada
Así fue como llegamos a Baños invitados por Víctor, que prácticamente sin conocernos nos dio alojamiento gratis para cinco personas por ocho días en uno de los mejores hoteles de Baños, el “Le Petit”. “La vida es una cadena”, me dijo. “Ustedes después le devolverán la mano a otra persona que se encuentren en el camino”. Y Jorge Drexler agregaba: “Cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da. Nada es más simple…”.
En Baños la pasamos de diez, haciendo turismo codo a codo con los gringos. Hicimos mountain Bike, fuimos a las termas y hasta hicimos “puenting”. Eso sí, de tocar ni hablemos. En Baños hay solo un lugar para tocar música en vivo y todos los demás bares tienen problemas con la policía si ponen una banda, igual a lo que sucede en nuestra Gualeguaychú.
Por suerte pudimos concretar dos toques el sábado; uno con el acústico en un restaurant y después con Pachanga en el “Ananitay”. Y nos fue muy bien. El acústico ya funciona siempre, no nos falla nunca, como un Ford Falcon. Llenamos ese restaurant enseguida y el concierto tuvo la particularidad de que uno de los del público le pidió matrimonio a su mujer en el escenario mientras nosotros tocábamos “Imagine”, con entrega de anillos de compromiso incluida. Y con Pachanga tuvimos poca gente, pero vendimos más discos que en cuatro meses en Montañitas.




Pachanga al aire libre



En el Ananitay de Baños




Preparándonos para saltar














Tocando en la mitad del mundo

Llegamos a Quito, a la mitad del mundo, con ansias de conquistar una capital, esas ciudades grandes que se nos vienen negando, en donde todo es más difícil.
Pero las puertas se abrieron. Nos quedamos quince días en Quito parando desperdigados en casas de amigos, menos el Nenei que le tocó ir al Hotel Sucre.
Pudimos conseguir dos toques para Pachanga. Pero nuevamente la nota fuerte fueron los “Discípulos de Alkachofa”. Conseguimos tres toques en la plaza Fosch, que es el centro de la zona llamada “La Mariscal”, en donde se concentran todas las discotecas, restaurantes y boliches de Quito. Y ahí tuvimos otro de esos momentos reveladores del viaje, esos que se te quedan marcados en la retina y que vienen cargados de significado.
Antes de empezar a tocar en la parte exterior de un restaurant en el medio de la plaza, se nos adelantó una banda de salsa en el bar de enfrente. Eran cinco tipos que tocaban de puta madre y con “más salsa que pescao”, aunque solo tenían unas cinco personas como público. “¿Cómo hacemos pa’ competir con esto?”, pensamos con Valerio. Decidimos no competir y simplemente hacer lo que sabíamos hacer mejor: rock y reggae. Esperamos a que termine la banda de salsa y empezamos nosotros, solo Valerio y yo. Ya en las primeras canciones la plaza estaba llena de gente que se paró a vernos, sobre todo jóvenes. El gerente del bar enseguida nos contrató por otros dos días, en los que fuimos sumando a los otros pachanga al acústico: Javier en bajo y Mauricio en percusión. Se fue corriendo la bola y una noche fue a vernos el ganador del Latin American Idol, cantante muy conocido en Ecuador, que había escuchado hablar de nosotros.





En plaza Fosch de Quito




Por otro lado, con su vasta variedad de tiendas de música, Quito vino muy bien para arreglar nuestros instrumentos, malogrados por la arena y la brisa marina de Montañitas. Además Valerio consiguió un ton de pie adaptado para bombo y pudo armarse su nuevo modelo de batería “Faiad II”, con el que volvió a usar el pie derecho para tocar el bombo.




Estrenando el Faiad II Signature Model



Pasándola mal



Sesion de fotos en la escuela de modelos de Tulcán




Por esos días me puse en contacto con mi viejo amigo Juan Diego, un ecuatoriano de Ibarra a quién conocí en la escuela de música ITMC en Buenos Aires. El tipo se portó excelente con nosotros: nos consiguió toques en Ibarra, una linda ciudad a dos horas al norte de Quito, y en Otavalo, un pueblo de aborígenes a media hora de Ibarra, sede de la feria artesanal más grande de Sudamérica.
Nos fuimos primero a Ibarra, donde Juan nos alojó como reyes en su casa. Y aunque el show de Pachanga en Ibarra fue bastante insulso –no había nadie en el bar-, la pasamos muy bien ese fin de semana, viendo por fin buenas bandas (las mejores que hemos visto en un año de viaje).
Una de esas noches, después de ver un tributo a Red Hot Chilli Peppers, me crucé un borracho en una esquina. Tuvimos una de esas conversaciones estúpidas que uno tiene con un borracho, pero quedamos en contacto. La cuestión es que de ese encuentro fortuito surgió una gran amistad con Miguel y su familia, y terminamos tocando en la inauguración de la escuela de modelos que manejan sus hermanas en la ciudad de Tulcán, en la frontera con Colombia.
Con mi visa ecuatoriana ya vencida (a Valerio se le había vencido hace rato) y con el riesgo de cuantiosas multas y hasta de la deportación que eso implicaba –sobre todo estando cerca de la frontera, en donde abundan los controles policiales debido al tráfico de coca proveniente de Colombia-, nos fuimos a tocar a Tulcán. Seis canciones y después derecho a chamuyar modelitos.
Esa misma noche fuimos a tocar a Otavalo, teniendo que viajar tres horas de vuelta en dirección a Quito. Nos sentíamos como una de esas bandas importantes que andan de gira, tocando en varias ciudades en la misma noche. Llegamos tardísimo a Otavalo, teniendo que sufrir la calentura que tenía el dueño del boliche, y el toque fue también bastante insulso; en general, los ecuatorianos fueron un público bastante difícil para Pachanga.
En la misma noche volvimos a Ibarra y estuvimos unos días con esa hermosa familia dueña de la escuela de modelos, que prácticamente nos adoptó. Me festejaron el cumpleaños por adelantado y al otro día partimos para Pereira, en Colombia.











Mi cumpleaños N°29 con la familia Benitez, en Ibarra




















Tocando en la inauguración de Top Models International









En" El Jampa" de Otavalo



En la escuela de modelos de Tulcán.








Bellezas ecuatorianas!





"Te van a matar"
El siguiente video está grabado en vivo en la discoteca "Jampa" de la ciudad de Otavalo. "Te van a matar" es una canción que es ya un clásico de los conciertos de Pachanga. Versionada por nosotros en ritmo de cumbia, el tema pertenece a una banda colombiana llamada "Lumbalú".










"Los Discípulos de Alkachofa" en la Plaza Fosch de Quito (Fragmentito):