jueves, 10 de noviembre de 2011

Nicaragua y los gurises cinco estrellas


Nuestro nuevo hogar: el hotel 5 estrellas "Pelican Eyes" de San Juan del Sur.

Nuestro primer destino en Nicaragua fue San Juan del Sur, primera parada obligada para cualquier viajero que entra al país desde Costa Rica, a solo unos 40 minutos de la frontera, en el sur de la costa oeste del país, sobre el Océano Pacífico.
Llegamos una semana antes de las fiestas patrias de septiembre, momento en que en Nicaragua se vive una mini temporada alta que acerca a toda la gente de Managua hacia las playas, sobre todo a San Juan, la playa top de Nicaragua. Pero en esos primeros días, en el pueblo no había nadie. Igualmente, decidimos arriesgarnos a esperar la supuesta oleada turística y alquilamos un departamento por 15 días, con una habitación para cada uno, lujo que nunca habíamos tenido en el viaje.

San Juan del Sur

Pero las malas noticias nos llegarían unos días antes de nuestro debut en Nicaragua. Mauricio, a quién estábamos esperando que llegara desde Costa Rica, decidió no correr más riesgos. Su condición de ilegal por el solo hecho de ser colombiano ya lo tenía cansado, y parece que la cosa se pone más jodida en las siguientes fronteras, como la de Nicaragua-Honduras (y ni que hablar de la entrada a México), donde los controles se ponen cada vez más estrictos por el tráfico de coca y las presiones yanquis. Historias de ilegales detenidos y mantenidos por meses en prisiones espantosas, sin comida, asustarían a cualquiera. Ya demasiado riesgo y nervios había sido para él entrar en Costa Rica sorteando los controles policiales.
La noche que recibimos el mail de Mauricio en donde nos comunicaba que se quedaba en Costa Rica, todos sentimos algo muy fuerte, sobre todo Valerio y yo, que desde que la vida nos reunió en Cuzco, Perú, habíamos compartido dos años y medio juntos, remándola y llevando adelante nuestros sueños de viajar y hacer música por el continente.
Después de leer el mail de despedida de Mauricio, Valerio puso “El Preso”, de Fruko y sus Tesos, uno de los temas preferidos de Mauricio, y yo me puse a hacer la cena, como tratando de cubrir el puesto de cheff de Mauricio, un puesto que estaba destinado a quedar vacante después de varios intentos frustrados de cada Kutimba.
Después de un pollo seco y desabrido, salimos a dar una vuelta por el pueblo. Valerio, que ya se había tomado varias cervezas, se puso en el rol del borracho buscapleitos que tan bien le quedaba a Mauricio y terminamos todos amenazados de muerte por un dealer local, lo que nos mantuvo con pánico a salir de noche durante semanas. Pero todo se resolvió cuando hablamos con los encargados de la seguridad del bar “Ballena Negra” y del Sushi bar de al lado. Nuestros fornidos amigos, que apreciaban nuestra música, salieron a apretar al amenazante “Palacios” y el tema se solucionó.
Pero el problema más importante que teníamos en ese momento era sobrellevar la ausencia musical y personal de Mauricio arriba del escenario. Todos nos tuvimos que agrandar un poquito para que no se note que faltaba algo: el Fefo le empezó a poner un poco más de actitud escénica (ayudada por enormes dosis de cerveza Toña y ron Flor de Caña), Valerio cubrió los huecos que quedaron con la falta de percusión, y yo me hice cargo de las partes vocales de Mauricio.
Después de casi tres semanas sin tocar, con toda la energía puesta en el escenario, pudimos tener un debut increíble en tierras nicaragüenses en el “Black Whale”, ahora como el power trío gualeguaychense.

Atardecer en San Juan.

Mural de Sandino en las calles de San Juan.

Una nueva oportunidad laboral surgió cuando nos contrataron para tocar en el Resort cinco estrellas “Pelican Eyes”, un lugar increíble sobre el cerro, con una vista gloriosa de la bahía, dos restaurantes y varias piscinas. Pero, como siempre, nos encontramos con el “no hay plata”, justamente en uno de los lugares más exclusivos de Nicaragua.
Pero como cuando hay hambre no hay pan duro, aceptamos gustosos la paga de 50 dólares más 150 en consumo que nos ofrecieron para tocar en la fiesta del día de la independencia. Esa noche tuvimos como público a toda la crema de Managua, entre los que se encontraban la hija y los sobrinos de Violeta Chamorro, famosa ex presidente del país.
Pero después de las fiestas patrias la cosa se pinchó. El pueblo volvió a la parálisis en que lo habíamos encontrado y los bares no se animaban a soltar un peso para contratarnos. El alemán dueño del “Ballena Negra” nos daba alguna fecha esporádica pero pagándonos el mínimo: 60 dólares. Los del Pelican nos daban vueltas y vueltas para pagarnos esos míseros 50 dólares que nos ofrecían, y a veces estábamos una semana entera pidiendo la plata.
San Juan no daba para más. No tocábamos casi nunca y estábamos en la peor crisis económica que habíamos tenido como banda, con Valerio teniendo en sus bolsillos solo 50 dólares. Para colmo, se nos acababan los 15 días que teníamos pagos de alquiler.
Pero siempre en esos momentos difíciles pasa algo que nos reconduce a nuestro camino. Yo tuve una "corazonada" (todavía no encuentro la palabra adecuada para dicha sensación) que me decía que nos teníamos que quedar una semanita más. Durante todo el viaje me he guiado por ese sentimiento y casi nunca falla. Los chicos sintieron lo mismo, pero lo que para mí fue la mística del viaje y para ellos una simple casualidad, fue el hecho de que al otro día de renovar el alquiler del departamento por una semana más, nos llamaron del “Pelican Eyes” para ofrecernos un contrato mensual en donde nos ofrecían una casa de lujo dentro del resort (que valía 250 dólares por noche para cualquier turista) y los tres golpes (desayuno, comida y cena), a cambio de dos shows semanales en el hotel: los gurises habían llegado a un cinco estrellas!!

El "Pelican Resort" son esas 70 casas de teja naranja que se ven en la cima del cerro.
Cuando entramos a la “Casa Binestar”, la casa que nos habían asignado dentro del Resort, no pude dejar de pensar en todas nuestras viviendas anteriores. Me acuerdo cuando le andábamos pidiendo un lugar para dormir a toda esa gente maravillosa que conocimos en Valaparaíso, cuando dormíamos siete personas amontonadas en nuestra pequeña habitación de Cusco, cuando nos despertábamos cagados de calor en el bus de Montezuma.
Y no estoy exagerando si digo que nunca en la vida habíamos tenido una casa tan linda y lujosa. Después de todo, la “guitarrita” estaba dando sus frutos. Así que por favor, nunca escuchen a esos que dicen: “con la guitarrita te vas a cagar de hambre”. Y por “guitarrita” entendemos los sueños, las pasiones de cada uno, que en la mayoría de los casos son dejados de lado por la seguridad de un sueldo a fin de mes, por las comodidades que te brinda el sistema, por lo que te dice la gente que hay que hacer, por esa idea que nos metieron de que hay que sacrificarse trabajando horas y horas para vivir dignamente y así reproducir este sistema basado en las ganancias y el beneficio.

La  "Casa Bienestar": nuestro hogar en Nicaragua.

Vista gloriosa desde las piscinas del "Pelican".

Nuestras habitaciones.

Octubre fue el peor mes del año por lejos. Las lluvias interminables, que generaron grandes inundaciones en todo el país, el poco movimiento, la escasez de trabajo y turistas, fueron las características de un mes para el olvido.
Por suerte, pasamos la temporada más baja del año cobijados dentro del Resort, que nos ofrecía los elementos básicos para subsistir. Vivíamos una contradicción muy grande: estábamos en una casa de ricos, dentro de una especie de country privado, pero no teníamos un peso. Dependíamos de los shows que nos salieran afuera del Resort para hacer una diferencia, para afrontar costos extras como los relacionados con la salud, por ejemplo (tanto Fede como yo tuvimos que ir varias veces a médicos y dentistas, afrontando la crisis de los 30). Pero tanto el “Ballena Negra”, como el Hotel “Anamar”, donde usualmente tocábamos, nos suspendieron los shows por la lluvias, que se alargaron durante quince días seguidos, sin parar un segundo.

Después del temporal, varios barcos pesqueros quedaron encayados en la playa.
La pasividad de octubre fue contrarrestada por uno de los eventos del año: la fiesta de Haloween. El “Pelican Resort” estaba preparando un evento inmenso para 2000 personas, con mucha publicidad y grandes auspiciantes, como “Movistar” y “Flor de Caña”. Kutimba y tres DJ’s eran el plato fuerte de la fiesta y, como parte de la promoción, nos llevaron a los canales de televisión de la capital.
En nuestro primer viaje a Managua fuimos al Canal 14, en donde tocamos en vivo por primera vez en televisión. Hicimos nuestra canción "Misión Tropical", pero los nervios nos traicionaron demasiado y tuvimos una actuación rígida y llena de pifies.

El trío de Gualeguaychú en la televisión nicaraguense.



Pero una nueva oportunidad de salir en TV surgió cuando el “Pelican” nos volvió a llevar a Managua para presentarnos en vivo en el Canal 2. Teníamos que salir de San Juan a las seis de la mañana del martes, pero la noche anterior habíamos tocado en el “Ballena Negra”, con toda la juerga que ello conlleva, y nos costó muchísimo levantarnos. Entre pito y flauta, terminamos saliendo tardísimo.
El conductor de la Toyota Prado del Pelican salió pisando el acelerador a fondo ni bien nos subimos a la camioneta, con la intención de llegar a tiempo al canal de TV. Nosotros estábamos demasiado cansados y resaqueados como para preocuparnos, así que nos dormimos enseguida.
Pero ya cerca de Managua, en una de las tantas curvas del peligroso camino de montaña que conduce a la capital nicaraguense, nos despertamos sobresaltados por una frenada. Cuando abrimos los ojos, vimos como el chofer no podía agarrar la curva por la velocidad que llevaba y, al pegar el volantazo, la camioneta empezó a dar vueltas por la ruta.
El miedo a la muerte nos acosó durante esos cinco segundos que estuvimos arrastrándonos por la ruta, con la camioneta dada vuelta. ¿Dónde íbamos a terminar? ¿Nos caeríamos a alguno de los muchos abismos que había al costado de la ruta? ¿Chocaríamos de frente con algún auto desprevenido que fuera en dirección contraria? Finalmente, el auto se detuvo de costado a un lado de la ruta.



Muchas cosas nos pasaron por la cabeza en esos cinco segundos donde la muerte nos hizo un guiño, pero al final, no sufrimos ni un rasguño. Valerio, que era el único que no llevaba cinturón de seguridad, se llevó un golpe en el hombro, pero nada más.
A los 15 minutos del accidente, vinieron todos los medios de Managua a cubrir la noticia de la "banda argentina accidentada en Nicaragua". Ya más relajados y aprovechando la publicidad, dimos notas para varios canales de televisión, para una radio que nos sacó en vivo y para los diarios “La Prensa” y "El Nuevo Diario". El canal 10 abrió el noticiero de ese día con la tapa del disco de Kutimba en primer plano y nuestra música sonando de fondo.
Lo que no habíamos conseguido con nuestra música lo logramos con el infortunado accidente. Todo Nicaragua nos reconocía por la calle, nos saludaban y se alegraban de que no nos haya pasado nada. Al final, con el accidente habíamos logrado mucha más promoción que si hubiéramos llegado a tiempo a tocar en el canal de televisión.



El chofer dandole explicaciones a la policía.

Valerio atrapado en la camioneta.

Después de tocar en la fiesta de Halloween y con el comienzo de un nuevo mes, había que decidir si nos quedábamos o nos íbamos, ya que la gente del “Pelican” nos quería seguir teniendo en el hotel. Y la verdad que no lo tuvimos que pensar mucho. Es muy difícil salir de un lugar así, con todos los lujos, que tal vez nunca nos toque de vuelta. Decidimos quedarnos un mes más, con la condición de ensayar y preparar nuestro nuevo show de temas propios que pensamos presentar en diciembre en el festival “Yoko-ha” en Honduras, al cual nos invitaron para cerrar frente a dos mil personas. Todo un desafío.

Fiesta de Halloween en el "Pelican".


La vista de la "Casa Bienestar".




Vista desde una de las piscinas del "Pelican".


El balcón de nuestra casa.










La "Kutimba", divina como siempre.



jueves, 6 de octubre de 2011

Una mais de Kutimba y Costa Rica


Primera toma de "Uma nota mais" con "La Guerrera" y las cuerdas de nylon.

Llegó el momento de presentarles “Uma Nota Mais”, la cuarta y última canción del disco de Kutimba. Pero antes, una nota más de Costa Rica, uno de los países más lindos en lo que va de nuestra gira latinoamericana. Además, otro video de Kutimba en vivo!

Sámara y un contrato para el recuerdo
Si no hubiera sido por Michele, el dueño del Hotel Lys de Montezuma donde tocábamos a cambio de hospedaje y comida, nunca hubiéramos ido a Sámara. Nos habíamos enterado de que existía una tal “Sámara” cuando Elenita, la copada que nos alojó en San José, nos alcanzó el periódico señalándonos la nota de tapa: “Argentina asesinada en Sámara”. Era una historia que me había conmovido: una chica argentina de 21 años, músico de profesión, había sido asesinada cuando le intentaban robar su computadora.
Tiempo después, cuando estábamos todavía en Montezuma, Michele nos había conseguido dos fechas para tocar en Sámara, una hermosa playa a unas cinco horas al norte de Montezuma, también en la península de Nicoya, sobre el océano Pacífico.
Y el mismo Michele, que se había encariñado con nosotros y no quería vernos partir, se encargaría de llevarnos en su camioneta y en otra que alquiló especialmente para transportar todo el equipo (se imaginarán lo cargado que viajamos).

El gran Michele, protagonista de nuestra historia, testeando las nuevas congas LP Traveller de Mauricio.

Playa Carrillo (al lado de Sámara).

Sámara resultó ser, junto con Montezuma, lo más lindo que vimos en Costa Rica. Y su gente nos recibió demasiado bien, empezando por Estefan y Estefania, la pareja italiana dueña de “El Gusto Ristorante” y “El Gusto Beach” que nos había contratado para tocar una vez en cada local.
El viernes tuvimos un cálido debut en el Ristorante italiano, donde se suponía debíamos hacer un show más tranquilo, anunciado para nuestra sorpresa como “Latin Jazz”. Con muy poquito de jazz y mucho de latino (no de latin) dimos nuestro show habitual cargado de cumbia, reggae y rock, que sobró para entretener a los comensales de la alta alcurnia samarense.
Al otro día, en el bar-restaurant sobre la playa "El Gusto Beach", largamos todo el arsenal fiestero kutimbero que tuvimos que alargar durante tres horas para satisfacer a nuestros jefes y así lograr un nuevo contrato. Sámara era uno de esos lugares donde nos podíamos quedar meses, ya que tenía todos los ingredientes que andábamos buscando: belleza, tranquilidad, naturaleza y buena vibra.

En el "Gusto Ristorante" con Estefan y Estefania.


Noches de "Latin Jazz" (habría que agregar más comillas) en el ristorante italiano "El Gusto".


Estefan y Estefania, personas muy cálidas y con mucha buena onda, habían quedado muy conformes con la banda y estaban felices de tenernos un tiempito más. Además, había que aprovechar los últimos días de turismo que quedarían sepultados con la llegada de las lluvias de septiembre, el peor mes del año junto con octubre.
Así fue como Kutimba firmó el mejor contrato de su corta historia: tres shows semanales a cambio de dos habitaciones en un muy lindo hotel, una comida excelente por día en el restaurant (dos el día del show) y 100 dólares semanales a cada uno. En ese momento de excitación, nos parecía el mejor contrato que podíamos haber obtenido, aunque después, examinándolo en frío, no fue tan buen negocio.
Pero lo importante fue lo bien que la pasamos en Sámara. Todo el día en la playa, chupando y comiendo. Además, los shows de la banda tenían muy buena aceptación en el público, sobre todo en el local, que siempre nos pedía nuestra canción “Misión Tropical”.

"El Gusto Beach".

Rumba latina en "El Gusto Beach".


La hermosa playa de Sámara.

Después de veinte días, nos despedimos de toda esa gente hermosa que nos había acobijado en Sámara. Con Mauricio nos dimos una última vuelta por el pueblo para saludar a los amigos, y todos nos hicieron algún tipo de regalo: Estefan y Estefania nos ofrecieron un último almuerzo, un artesano colombiano nos regaló unas pulseras de macramé, un argentino dueño de una pizzería nos dio las pizzas a la noche y, por último, un gringuito querido (porque cuando el gringo es querido, es queridísimo) llamado Archie, nos regaló una cámara filmadora para documentar nuestro viaje y nuestro proyecto: “Tienen que hacer un documental con todo esto que están viviendo”, nos dijo Archie.
Dejamos atrás Sámara y su gente con promesas de volver, sobre todo considerando dos ofertas que nos hicieron para la fiesta de fin de año: una para tocar en “El Gusto Beach” y otra para tocar en la mansión de Sam Allibrando, un italiano que tiene una casa soberbia frente al mar.









Ta’me rindo
Nos subimos nuevamente a la camioneta de Michele y nos fuimos a Tamarindo, unas dos horas al norte de Sámara, para aprovechar el departamento que nos prestaba el padre de Mariana, nuestra amiga de San José, sobrina de Elena, nuestra madre tica que nos había alojado en San José. Y de paso nos íbamos acercando lentamente a nuestro próximo objetivo: Nicaragua.
Con el techo asegurado y algunos contactos que teníamos de nuestra primer visita a Tamarindo cuatro meses atrás, parecía que todo iba a ser más fácil. De entrada, conseguimos dos chivos (dos toques) el fin de semana: el sábado en “Le Beach Club” y el domingo en “Pacífico”. Pero otra vez, una misma protagonista nos iba a golpear bien bajo: la maldita temporada baja.
Los últimos días de agosto se extinguirían junto con nuestras expectativas laborales: todos y cada uno de los bares de la ciudad nos dijeron que no podían contratar más música en vivo hasta noviembre, cuando comienza una nueva temporada.
Y ahí se terminó la historia de nuestro insulso regreso a Tamarindo. Lo único que nos dejó fueron dos shows que en su momento los vivimos como dos más, con poco público y sin demasiadas emociones, pero que ahora recordaremos como los últimos momentos que nos tuvieron a los cuatro juntos arriba de un escenario.

Ultimo show de Mauricio con Kutimba. Como siempre, haciendo mover caderas por todo el continente.
Había que salir corriendo de Costa Rica. Sin trabajo y soportando un costo de vida exorbitante no íbamos a sobrevivir mucho tiempo. Pero un desperfecto técnico en nuestro equipo de sonido Peavey Scort, al que hemos bautizado el 5° Kutimba o simplemente “Scortie”, nos hizo volver a San José para verlo con un buen técnico en la única ciudad de Costa Rica donde se consiguen repuestos.
Después de cuatro noches en la casa de Elena en San José y con Scortie reparado, salimos Valerio, Federico y yo directo a Nicaragua en el “Tica Bus”. Ni nos despedimos de Mauricio, quien se reencontraría con nosotros unos días después en Nicaragua, ya que él tenía que buscar un método menos ortodoxo para cruzar la frontera debido a los problemitas que tienen los colombianos para viajar por el mundo.


Estefan y Estefania en la "Fiesta Pirata" de "El Gusto Beach".

Kutimba y su latin rumba en "El Gusto Beach".

"Michele"







Playa Carrillo.

Estefania y Michele (Pirate Party).

Los Lennon-McCartney "sudacas".






Y un recuerdito de Montezuma. Otro video de Kutimba en vivo en el Hotel Lys:



Adentro del "Magic Bus" de Montezuma (para Lenzo).

“Uma nota mais”
Llegó el momento de presentar “Uma Nota Mais”, la última canción del EP de Kutimba. Compuesta en su mayor parte en Montañitas, Ecuador, la canción nació mientras experimentaba con una secuencia de acordes de Bossa Nova, lo que me llevó instintivamente a cantarla en portugués.
"Uma nota mais", una canción más personal e introspectiva que las otras tres, es la única del disco que no pertenecía a nuestra antigua banda Pachanga, por lo que tiene un sabor diferente.
La canción cuenta con varias perlitas. El flaco Faiad, además de la bateria, toca el bajo en la sección funk de la canción, mientras que Mauricio hace su debut con los bongos en una grabación. Y en el solo y la segunda estrofa aparece por segunda vez en el disco (ya había grabado “Magalí”) Santiago Aguilar -ex trombonista de Rubén Blades y actualmente en la sinfónica de Panamá-, interpretando nuestros arreglos para trombón. Yo me ocupé de la voz, las guitarras y una parte del bajo.
Le quería agradecer a Justina Zapata por las clases de portugués, y a Pablito Machao por ayudarme a buscar el sonido de guitarra para la grabación. En fin, acá va el link para escuchar y descargar la canción (estaría bueno que comenten que les pareció):
                           www.purevolume.com/kutimba

Por un poco de feedback
El blog tiene un promedio de 20 visitas diarias pero casi nadie comenta. Con el objetivo de tener un poco más de interacción con los lectores, hemos puesto una encuesta en la columna de la derecha para que voten por cuál fue la canción de Kutimba que más les gusto. Y si se animan a comentar, es muy fácil y es importante para nosotros. Solo tienen que ir hasta el final de cada entrada, donde dice comentarios, y seleccionar un perfil. La opción más fácil es seleccionar “Nombre/Url” o “Anónimo”. Después “Publicar comentario” y listo!
Y en recuerdito final de Costa Rica: la entrevista televisiva que nos hicieron para el canal de música "VM Latino". No la pude subir al blog porque era muy pesada, así que les dejo el link de YouTube:
http://www.youtube.com/watch?v=jTAl_IlsUY8
Saludos y no se pierdan en unos días la próxima entrega desde Nicaragua: “Los gurises cinco estrellas”.

Kutimba inmortalizado en el bus de Montezuma: de Colombia y Argentina siempre!