domingo, 10 de julio de 2011

San José: dejando la hipponeada!


  En la televisión pública de Costa Rica

Debuta la nueva banda Kutimba, estrenando el disco nuevo y tocando en las mejores salas de concierto de Centroamérica; salimos en radio y TV, y conseguimos nuestra primer representante. Y lo más importante, conocimos gente bellísima. Esto fue San josé de Costa Rica!

La grasa de las capitales
El panorama después de una semana en San José era desolador. El mismo cuento que en la mayoría de las capitales: “les puedo dar una fecha para el mes que viene”, “ustedes cobrarían las entradas”, “les puedo dar algo pa' comer y unas birras, pero plata no me pidan”, etcétera.
Esperar un mes para tocar en un país tan caro como Costa Rica era nuestra sentencia de muerte. Además, la plata se nos iba como agua entre las manos pagando 10 dólares por día de hotel. Los chivos (los toques) tenían que salir rápido o sino nos teníamos que ir a Nicaragua, porque las playas costarricenses tampoco eran una buena opción (a mediados de mayo, con la temporada super baja, las playas estaban desiertas).
Algún que otro bar nos dio el sí para tocar, pero nos teníamos que arreglar con lo que cobráramos de entrada en la puerta. Para una banda viajera como nosotros, que llevaba solo unos días en una ciudad tan grande y no la conoce nadie, ese tipo de trato es igual a perder plata: lo más seguro es que no vaya nadie y que nosotros tengamos que sacar plata de nuestro bolsillo para pagar los taxis.
Una noche, cansados de no tocar, hicimos nuestro show en el hostel para tres personas, por un 50% de descuento en la habitación (o sea por cinco dólares cada uno). Después de semejante frustración decidimos irnos para las playas, para ir subiendo rumbo a Nicaragua, un país muchísimo más barato, donde podíamos esperar la temporada de gringos en San Juan del Sur, pagando 200 dólares de arriendo en una casa con todos los lujos.
Parecía que, después de todo, Costa Rica no era el país para nosotros. Por primera vez nos íbamos a ir de un país sin estar nuestros religiosos seis meses.


Dios existe (se llama Elena)
 
Nuestra familia tica: (de izq. a der.) la tía Elena, el Guille y Chicha. A la derecha Marianita, acosada por Valerio en su rutina diaria II.
Decidimos darle un día más de vida a San José para ir a una “barbecue” a la que nos había invitado Mariana, una chica que nos había visto en Tamarindo y que vivía en Escazú, a las afueras de San José (una invitación a comer jamás es rechazada por el viajero, croto y pelabolas como nosotros, claro está).
Después de comer unos sabrosos pinchos (brochettes) y tomarnos varias Imperial, entramos en confianza con la familia de Mariana, sobre todo con su tía, a la que le contamos nuestra situación: “nos vamos mañana rumbo a Nicaragua porque no salen los toques y no podemos seguir pagando el hotel”. Inmediatamente, la tía Elena decidió tomar cartas en el asunto: “Ustedes no se van a ir de Costa Rica hasta que no los vea triunfar”.
Y apareció la magia nomás, como siempre aparece, para reconducirnos a nuestro camino. Donna Elena nos apadrinó, como un mecenas con sus artistas: nos alojó a los cuatro Kutimba en su casa de Escazú, nos dió de comer, nos compró toallas y sábanas, iba con nosotros a buscar lugares para tocar y trataba de convencer a los dueños de los bares para que nos contraten. 
Los toques no salían pero Elena, decidida a ayudarnos como sea (como si todavía no hubiera hecho demasiado), organizó una fiesta en su casa, con Kutimba en vivo, para recaudar fondos para la banda.
Elenita, la mujer más increíble que hemos conocido, fue como una madre para nosotros y nos dió una mano que dificilmente podremos olvidar. Como Monica Mayoral cuando nos alojó en Panamá y como tanta otra gente que nos ha ayudado a lo largo del viaje, Elena pasa a formar parte de ese club de almas que contribuyeron enormemente para que este sueño nuestro siga intacto y por buen camino...gracias Elenita!!


El gran debú

Kutimba en el Jazz Café de San Pedro, de soporte de "Sonámbulo".
 
Doña Elena y su inmenso corazón torcieron nuestro destino. Gracias a ella, terminamos instalándonos en San José como centro de operaciones, donde todo se fue dando como por arte de magia.
Empezamos a conocer gente y esa gente conocía a otra gente, y todos con ánimos de ayudar. Así fue como establecimos contacto con dos de las bandas más importantes del país, “Lucho Calavera y La Canalla” y “Sonámbulo”, y tuvimos el honor de abrirles sus respectivos conciertos en el mejor lugar para hacer música en vivo de Costa Rica: el Jazz Café.
Y por si fuera poco, cuando recién nos confirmaban los shows con “Lucho” y “Sonámbulo”, la encargada del Jazz Café nos llamó para darnos una fecha a nosotros solos, ya que la banda que tenía agendada para ese día no podía tocar. Vale la pena recordar que es muy difícil llegar a tocar en el Jazz Café: se necesita trayectoria, contactos y, sobre todo, tiempo para esperar una fecha en un lugar donde todos los shows ya están pautados con un mes de anticipación.
Kutimba tuvo su debut en vivo en esa fecha solos en el Jazz Café. Hasta entonces habíamos tocado como Pachanga, pero esa noche era especial para estrenar el nuevo nombre porque por primera vez teníamos en la mano el nuevo disco, que al final se llamó Kutimba también. Alvarito, un viejo amigo de Mauricio, nos imprimió las tapas del disco que hasta entonces teníamos sin editar y las tuvo listas para el debut (gracias Alvarito querido!).
Cuando entré a ese lugar inmenso y vi lo que era, me aterroricé. Nunca habíamos tocado en un lugar tan lindo, grande e importante. Ahí habían tocado Los Cafres el año pasado y John Patitucci tocaba unos días después de nosotros. Para colmo, entre la poca gente que había ido a vernos, estaban los de la reconocida banda costarricence “Gandhi” y el famoso virtuoso de la guitarra, Richie Kotzen.
Además, tocábamos parados por primera vez después de dos años de tocar sentados y en formato acústico. Yo desempolvé mi guitarra eléctrica “Fender” (algunos saben porqué uso las comillas) que tenía guardada y sin acción desde que tocaba en la banda de covers del bar Caña Grill de Montañitas en el verano del 2010.
Me sentía demasiado raro y expuesto parado ahí en el escenario, sin aporrear mi guitarra acústica y con un pedal multiefectos que me había comprado unos días atrás, lleno de lucecitas y botones que tenía que apretar mientras cantaba. Pero de a poco me voy adaptando a este nuevo desafío.

Tocando de soporte de "Lucho Calavera".

Dejando la hipponeada
Al otro día de nuestro debut, tocamos a casa llena, nuevamente en el Jazz Café de Escazú, de soporte de “Lucho Calavera y La Canalla”, un bandón de trece músicos en escena, dos bailarinas enjauladas a cada lado del escenario y mucho cotillón y parafernalia desparramada por doquier.
Ese show con Lucho nos sirvió muchísimo como experiencia, para medirnos con los grandes, para darnos cuenta de lo mucho que nos faltaba, pero también para saber que se podía, que no era imposible llegar a ese nivel.
Sobre todo ahora, que tenemos una banda de verdad. Con el bajo, los coros, la guitarra eléctrica, parados frente al público y tocando nuestras nuevas canciones originales y no tanto cover, la banda ha tomado un carácter más profesional.
Tan profesional que ahora tenemos una manager, la Pato Zamora, que nos llevó a la radio y a dos canales de televisión. Otro debut para nosotros, ahora frente a las cámaras.
Además, Patricia, que fue una de las organizadoras del recital de Fito Paez en San José (para el cual nos consiguió entradas gratis en primera fila), nos llevó a tocar a Jaulares, un pueblo al lado del volcán Poas, volcán que ostenta el segundo cráter más grande del mundo. El contrato en Jaulares incluía taxi, comida, el dinero de las entradas y una noche de hotel, a lo rockstars.

En la sala de maquillaje, preparándonos para salir al estudio de TV.


Fito en San José.


En el Volcán Poas, el segundo cráter más grande del mundo.


Entrevista en el canal de música VM Latino.

San José fue un paso importantísimo en nuestro viaje, en donde afianzamos esta nueva banda, en formación todavía, llamada Kutimba. En donde nos rozamos con los mejores y nos curtimos con una experiencia invalorable en los escenarios y los medios de comunicación. Pero todo cumple su ciclo y, después de dos meses, había llegado el momento de partir de San José.




El cumpleaños número 26 del Nenei Faiad en la casa de Elena.


En VM Latino.






Gomeleando a lo grande en el bowling del country.

 
En el Volcán Poas.


Volviendo a la hipponeada
Porque la hipponeada es muy linda y porque tal vez nunca dejemos de vivir así, hoy nuestro hogar es un bus en la playa, en Montezuma. Pura vida che!