lunes, 10 de septiembre de 2012

Guatemala(s)


Nuestra historia en “Guate” comienza en la Antigua, una preciosa ciudad colonial de callecitas empedradas, casitas de colores y numerosas iglesias al estilo barroco, ciudad que en su tiempo de esplendor llegó a ser la capital de centroamérica y considerada entre las más lindas de hispanoamérica.
Llegamos a esta ciudad con muchísimas expectativas, especialmente por todo lo que nos habían hablado sobre su hermosura y su enorme vida nocturna, supuesta "meca" de la música en vivo de Centroamérica. Así que la emoción era enorme al llegar a la Antigua, en donde nos estaba esperando el Boris, un amigo que hiciera mi hermano en su paso por estos pagos hace unos años. El “Boro”, un tipazo con el que trabaríamos una gran amistad y que se ha movido muchísimo para ayudarnos, nos condujo a la casa del Zac, un amigo suyo que tenía lugar para alojarnos en su morada de Jocotenango.
El mítico Jocotenango, cuna del héroe nacional “Ricardo Arjona” (hay hasta una calle con su nombre), a solo diez minutos de la Antigua, fue el lugar que nos acogió en nuestros primeros días en Guatemala. Un pueblo tranquilo, alejado de los gringos y de la movida turística de Antigua, fue el lugar perfecto para descansar después de tanto viaje: Valerio y Federico volvían de su aventura por México para ver a Paul McCartney, y yo venía de tocar con los hippies en el lago Atitlán. Hacía más de un mes, desde Roatán, que no parábamos de viajar.

El "Boro", bostero de alma.
En la Antigua, Kutimba arrancaba con todo. Después de nuestro primer show en el bar “Angie Angie”, nos empezaron a salir shows en los bares más grandes y conocidos de La Antigua: “Cielos”, “La Sala” y “El Chamán”, todos a casa llena. El panorama era más que alentador ya que, además, se venía la temporada de turismo europeo de julio y agosto. Así que decidimos establecernos en Antigua por un tiempo y nos conseguimos nuestros respectivos hogares temporales: yo me alquilé una casa con Gisella en Jocotenango (la misma en donde vivieran mi hermano y el "Raulo"), y los chicos se consiguieron un cuarto en Antigua.
En el medio llegaba mi vieja a visitarme, por cuarta vez en el viaje, y nos íbamos a hacer el tour guatemalteco obligado: pasamos por el lago Atitlán, donde me volví a encontrar con mi amigo Javier para tocar en el "Cocos Bar" de San Pedro; de ahí nos fuimos al enorme y colorido mercado artesanal de Chichicastenango y, finalmente, a las impresionantes ruinas mayas de Tikal en el selvático y caluroso departamento del Petén.

El Lago Atitlán.

Gisella en Tikal.
 
Mamá y el Theo.
De vuelta en la Antigua, todo parecía indicar que nos iban a llover los contratos. Pero, a la inversa de lo que ocurre la mayoría de las veces que llegamos a un nuevo lugar, cuando empezamos de abajo, con poco trabajo y, a medida que la gente nos va conociendo, van saliendo cada vez más toques, en la Antigua todo se fue diluyendo inexplicablemente. De repente, estábamos tocando una vez cada quince días, con shows que terminaban con solo dos o tres personas en el público, y ganando 300 quetzales por show para toda la banda (unos 35 dólares). Nunca, en tres años y medio de viaje, nos había ido tan mal.
La temporada bajísima de mayo y junio, la supuesta levantada turística de julio y agosto que nunca llegó, y las lluvias que no pararon jamás, fueron factores determinantes que afectaron muchísimo nuestro trabajo. Pero había algunos contraejemplos que socababan nuestras teorías apocalípticas sobre la Antigua.
German y Gastón, dos amigos músicos argentinos, la estaban "levantando con pala" en la Antigua, tocando como solistas casi todas las noches. Con solo la voz y la guitarra como herramientas, conseguían trabajo enseguida en la infinita cantidad de bares y restaurantes que alberga la ciudad, lugares pequeños, más apropiados para un solista que para el estruendo de una banda con bateria y guitarra eléctrica. Además, los bares tenían que desembolsar mucho menos dinero para pagarle a una sola persona que a una banda completa.
Para agraviar nuestra situación, dos de los tres o cuatro bares que tenían bandas todos los fines de semana tuvieron que cerrar sus puertas o suspender la música en vivo debido al acoso de uno de los enemigos acérrimos del músico: la policía municipal. Nosotros los sufrimos en el medio de un concierto en el “Angie Angie”, en donde nos obligaron a parar la música cuando ni bien empezábamos. La amenaza de costosas multas propiciada por la policía hizo que Angie, la dueña argentina del local que fue el primero en abrirnos las puertas en Antigua -y que era una fija todos los fines de semana-, no nos pudiera contratar más.
Estábamos secos, sin un peso y sin trabajo. Los benditos ahorros que habíamos hecho en Roatán durante la temporada alta ya no existían y nuestros estómagos se tuvieron que conformar con dosis diarias de tortillas, frijoles, chuchitos y tamales, comidas populares y baratas que se consiguen en cada esquina guatemalteca. Ya ni yerba nos quedaba: un día subió de diez a veinte dólares el kilo y nos quedamos también sin mate.
Cuando todo indicaba que nos teníamos que ir pronto de Antigua y seguir camino rumbo a México, donde todos nos profetizaban un escenario mucho más esperanzador, dos “asuntos” más que importantes nos ataron a la Antigua y nos hicieron quedar mucho más de lo deseado.
 
Guatebuenas!
El negro y su "chiche" nuevo.
Lo que tal vez sea el hecho más trascendente durante estos meses de completa parálisis e inactividad fue la compra que hizo Federico de su flamante Volkswagen Kombi. Gracias a un préstamo de su hermana, el tipo se dió el gusto y cumplió uno de sus sueños, tantas veces postergado, que alguna vez casi compramos juntos para iniciar este viaje a principios del 2009. Pero el papelerío, los tramites y las idas y vueltas al mecánico todavía nos siguen retrasando la salida.
Y había otra cosa importantísima que hacía rato andábamos con ganas de hacer. Con mucho tiempo libre y con un dinero intocable que habíamos guardado especialmente, producto de las ventas del disco de Kutimba, decidimos que era el momento propicio para ponernos a ensayar y grabar unas rolas para completar nuestro EP de cinco canciones. De paso, volver al estudio tal vez serviría como empujón anímico en un momento de total falta de motivación y mucha mala onda entre nosotros.
Después de buscar varios estudios de grabación y de algunos ensayos, lo que en un principio iba a ser la grabación de cinco canciones originales terminó siendo sola la batería y las congas de “Latinoamericano” -canción que venimos tocando en vivo desde hace un tiempo-, en el estudio de la reconocida banda de reggae “Zanate N Stereo”, en el pueblo vecino de Chimaltenango, a una media hora de la Antigua.
Con la combi ya casi lista para salir a la ruta y en vísperas de terminar de grabar las guitarras, el bajo y las voces de “Latinoamericano” en mi casa de Jocotenango, ya falta poco para seguir la gira latinoamericana, con shows agendados para este 13 de septiembre en Ciudad de Guatemala y el 22 en San Pedro de la Laguna.

La plazuela de Jocotenango en días de feria.

Mi reencuentro con Javier e Isabel para hacer un poco de reggae en San Pedro.

Por las callecitas de la Antigua

Grabando la bata de nuestra nueva rola "Latinoamericano".

Con el Freddy, el perro que adoptamos en nuestra casa de Jocotenango.

El mercado de Chichicastenango.

En Tikal

Una de las majestuosas pirámides mayas de Tikal.

La loca Angie.

 



El "Nenei" Fayad grabando las campanas de "Latinoamericano".

Las chicas y sus vestimentas típicas.
 
Con nuestro amigo "El Boro".


Un Argentino en Nueva York
Y lo prometido es deuda. Nos habían pedido más videos de Kutimba en vivo y acá está. Gracias al Theo, que nos grabó durante nuestra presentación en el bar "Angie Angie" de La Antigua y nos subió a YouTube, podemos disponer de este video de buena calidad de una de las canciones más tocadas de nuestro repertorio: nuestra versión del clásico de Sting "Englishman en New York" que hemos re-titulado "Un Argentino en Nueva York". Comenten por favor y hasta la próxima entrada!