jueves, 4 de abril de 2013

Historias mínimas de Guatemala (4 años!!)

Con Sergio, en la cima del Volcán San Pedro.

I- En terapia
Estaba totalmente depresivo. Hasta la había llamado a la vieja por un poco de consuelo, ella que es mitad mamá, mitad psicóloga. Una semana atrás había venido la desgracia y amenazó con quedarse. Porque dicen que cuando viene la mala viene toda junta ¿no? Nos habían entrado a robar a nuestra hermosa casita frente al lago recién estrenada y se habían llevado de todo, el día después de mudarnos. Y ese mismo día maldito me enteré que me habían estafado con un cheque sin fondos, cheque que me habían depositado a cambio de nuestro amado equipo de sonido Peavey Escort, lo último que quedaba de Kutimba y que nos había acompañado desde Panamá hasta Guatemala durante casi tres años.
Si hay algo que me pone de ánimo enseguida es tocar en vivo, pero los shows que tenía fijos todos los jueves, viernes y sábados se habían cancelado por alguna extraña razón (como dicen, las malas vibraciones y energías negativas atraen ondas equivalentes). Pero daba igual, porque la música y los músicos con los que tocaba no me motivaban para nada, por lo que no me importó.
Totalmente angustiado y sin ninguna razón para salir de la casa, decidí sumergirme en la lectura de un libro que me atrapó poco a poco. Era lo único que hacía: me levantaba y me ponía a leer “El Libro de los Abrazos”, de Eduardo Galeano, como si ninguna otra actividad tuviera sentido. Un día salí a la tarde a ver Boca-All Boys, pero el patético espectáculo, y la derrota de Boca por 2 a 0, me hizo volver inmediatamente al libro. Además, cuando salía de la lectura me acordaba de lo que me había pasado y me ponía mal: “Me quiero ir de este país de mierda”, pensaba sin pensar, en los momentos de locura.
Pero después de hablar con la vieja, y desahogarme un poco, me sentí mejor, como con ganas de cambiar la onda y ponerle fin a la energía negativa que atraía como un imán a nuevas desgracias. Pero, igualmente, lo primero que hice con este nuevo impulso, fue volver a la lectura. La belleza de las palabras de Galeano me llegaban directamente al corazón y, de repente, sentí la necesidad imperiosa de escribir. Con todo el proyecto de Kutimba caído, y yo estancado en Guatemala, había decidido no escribir más ¿qué sentido tenía? Pero, en ese momento de frustración, me acordé que había otra cosa que me gustaba hacer además de música y que tendría una acción terapéutica para mí.





II- En Guatemala me muero
“Yo lo conocí cuando vino por aquí”, me contaba apasionadamente mi amigo Carlitos Ranquel, eximio músico de Panajachel, refinado guitarrista y cantante de boleros. “Le mandamos un CD al que estaba organizando el concierto que él iba a dar gratis a una comunidad indígena de por aquí, y parece que llegó hasta las manos de Facundo. Lo escuchó y le gustó, así que terminamos abriendo el concierto. Después del show, él nos agradeció a todos y nos sentamos a beber y a charlar con él. Muy buena gente él, muy humilde. El ya estaba viejito, casi ni veía, pero le encantaba Guatemala. Ya había venido varias veces. ¿Sabes lo que me dijo? No te lo imaginas. En un momento me miró a los ojos y me dijo: ‘Amo Guatemala. Me gustaría morir aquí’”.
Días después, el destino pondría a Facundo Cabral en el medio de una balacera y moriría acribillado cuando lo trasladaban hacia el aeropuerto de Guatemala.

Ceremonias mayas por el 13 B'aktum, el 21 de diciembre del 2012.

III- El Mecenas pijotero
Cuando pienso en la figura del “mecenas” me imagino a Miguel Ángel en la Florencia del Renacimiento o a algún escultor o poeta griego en la Atenas de la antigüedad, “sponsoreados” por un caudaloso “mecenas”, reyes o gente de mucho poder que ofrecían lujosos aposentos y fastuosos estilos de vida a los artistas que eran de su agrado y que acogían bajo su protección. Esa idea del mecenas me vino instantáneamente a la cabeza cuando Jurgen, el alemán dueño de dos elegantes restaurantes de Panajachel, me dijo “quédate conmigo”.
Yo había decidido quedarme un tiempo en Panajachel, un lugar hermoso y muy tranquilo para vivir, y andaba tocando por todos lados lo que sea con quien sea, tratando de abrirme paso en esta nueva etapa "solo", sin los pibes de Kutimba. Había empezado a tocar con el pianista local Raúl Fuentes y, partir de ahí, me fueron conociendo en el pueblo y se me abrió la posibilidad de tocar con otros músicos y en otros lugares: fui a tocar a un cumpleaños en la capital, toqué en eventos a beneficio de los bomberos voluntarios en Sololá y en Panajachel, toqué en la plaza principal de "Pana" en un evento organizado por el municipio con motivo de las fiestas de fin de año, todos los martes y domingos toco boleros con el cantante guatemalteco Sergio “Coche” y, como antes había contado, llegué a musicalizar una pastoral navideña organizada por la iglesia católica de Sololá, en donde tocábamos villancicos que separaban cada escena de la representación teatral del nacimiento de Jesús protagonizada por adolescentes locales.
Un día de esos fui a tocar al restaurant “Atlantis” como guitarrista del pianista alemán Chris Jarnach, y ahí me presentaron con el dueño, el mencionado Jurgen, también alemán. Después de felicitarme por el show, me preguntó cuanto tiempo me quedaría en Panajachel. Le dije que no sabía, que todo dependía de las oportunidades laborales que me vayan saliendo. Y ahí fue cuando me dijo: “quédate conmigo Lisandro. Yo fui representante de bandas en Alemania. Organizaba los tours de importantes bandas, con contratos discográficos y bastante popularidad en el país. Me gustaría formar una banda aquí en Panajachel y llevarla a la capital, llevarla a todos lados; quien sabe, tal vez a Europa algún día. Y me gustaría que tú seas el guitarrista. Vente mañana y charlamos mejor. Pero quédate conmigo Lisandro”.
"Ya está, esta es mi oportunidad", pensé. Con semejantes promesas, fui al otro día cargado de expectativas. Volver a tener una banda, grabar, salir de gira, cosas que están al tope de la lista de mis ambiciones, eran ideas que me obsesionaban. En una charla más íntima, Jurgen me expuso su idea más claramente y me dijo que ya tenía un baterista en mente para la banda, uno que según él era el mejor del pueblo y unos de los mejores de Guatemala, con más de 40 años de trayectoria. Luego definirían el bajista y el pianista, pero me puso como condición que me quedara en Panajachel; de nada servía si me iba a ir en un mes.
Así fue como la propuesta de Jurgen fue determinante para que me quede, aunque de a poquito todas las expectativas y promesas se fueron pinchando. Lo que parecía ser una seductora propuesta para cualquier músico, termino siendo una miserable oferta de 15U$ por show para cada uno durante los viernes y sábados, los únicos días fuertes de la semana, porque Panajachel se vacía cada domingo a la noche para volver a reponerse de turistas los viernes. Ni gira, ni grabación, ni show en la capital, ni siquiera banda, porque no tenemos bajista ni jamás ensayamos. Todo quedó en la nada misma. Me tuve que contentar con 15 dólares, dos cervezas pequeñas y un plato de frijoles, arroz y unas insípidas tortillas sin sal.




"Trova no toco señora, no insista con eso por favor. Y el rock de los 60 y 70 no es ninguna música para viejitos eh!!"


En la pastoral de Sololá.

IV- El país de los records
A pesar de que Guatemala ha sido uno de los países que peor paga la música en vivo de Latinoamérica, según lo que hemos experimentado durante cuatro años de gira por el continente, con ese poquito que se gana uno logra vivir bien y tranquilo (eso sí, tengo que tocar todos los días y dar clases de guitarra como complemento). Como dato estadístico, en Guatemala alcancé el record de la peor paga que he recibido como músico: 25 quetzales (el equivalente a tres dólares por show). Aunque también hay que decir que ha sido el país donde hemos cobrado más por un show, aunque fue solo una vez en un año: 130 dólares por pera.
Guatemala también ha sido el país del continente donde más tiempo me he quedado (ya van 11 meses). Y, por último, ha sido el país donde más he tocado en un día: ocho horas de corrido, de 6:30 de la tarde a 3:00 de la mañana, casi sin descanso (solo cuatro "breaks" de 10 minutos cada uno), el viernes "santo", que de santo no tenía nada, porque Panajachel fue un descontrol "hasta raro" ese fin de semana.



V- Gracias a la vida!
Ya llevo 11 meses en Guate, casi un año de los cuatro que hace unos días cumplimos de andar caminando el continente con la guitarrita, esa guitarrita que la mayoría desprecia como medio de vida y la deja olvidada en un armario o colgada en la pared. “Nunca un laburo hermano”, “con la guitarrita te vas a cagar de hambre”; con todas esas falsas premisas pudimos romper durante el viaje y se cumplieron todos los sueños que fuimos a buscar cuando salimos de Retiro (terminal de buses porteña) con Valerio, un 29 de marzo del 2009. Vivir de la música y viajar, con completa libertad, que lindo!
Desde acá le tengo que agradecer a Valerio, que después de dudarlo un poco se metió en ésta conmigo casi por casualidad. A Mauricio y Javier, por las hermosas cosas que vivimos juntos con Pachanga, y a toda la gente que nos ayudó demasiado: Mónica en Panamá, Helena en Costa Rica, la familia Curié en Perú, los Gómez Ossa en Colombia, Boris en Guatemala, Yankel en Honduras, Juan Diego y la familia Benitez en Ecuador, y tanta gente que es imposible nombrarlos a todo. Y por sobre todo, gracias a la vida, que nos dió tanto, demasiado diría.

El majestuoso Lago Atitlán.


Los "Tatas" oficiando los rituales del 13 B'aktum.

Con el Leo.
 
La "seño" brindando con Coca Cola después de la ceremonia del 21/D.



Salud!