martes, 14 de febrero de 2012

Rockeando Honduras



Llegamos a Honduras, casi tres años después de haber salido de Argentina. En esta entrada contamos todas las sensaciones que nos dejó Tegucigalpa, la capital hondureña, en donde vivímos cosas increíbles y malaventuradas también.

Fin de año en Tegus: del éxtasis a la agonía.
Fin de año siempre ha sido una fecha clave para nosotros. Entre noche buena y los primeros días de enero se comprende el momento del año de mayor movimiento turístico y, por ende, el momento de más trabajo para nosotros, una oportunidad para hacer una diferencia económica que nos permita sobrellevar las temporadas bajas venideras que comienzan después de Semana Santa. Pero, especialmente, la noche del 31 de diciembre es “La Noche” para nosotros, una fecha que se puede cobrar el doble y hasta el triple.
Teníamos fresco en la memoria el recuerdo de aquella noche gloriosa del fin de año pasado en Bocas del Toro, Panamá, cuando habíamos tocado en un hotel de lujo para la cena y, después, habíamos cerrado con broche de oro armando un fiestón en la discoteca Iguana. En total nos habíamos llevado como 500 dólares para los tres en una sola noche. Si a esto le sumamos los 500 dólares que habíamos recaudado unos días antes, después de tocar en un casamiento, se podrán dar una idea de lo importante que significa este período del año para nosotros.
Pero ahora se nos había hecho el 21 de diciembre y todavía estábamos como “bola sin manija”, dando vueltas en Granada sin haber decidido qué hacer. Nos habían tentado varios bares de Granada para quedarnos para las fiestas pero, además de que nos ofrecían muy poca plata (100 dólares que parecían una fortuna en Nicaragua), Granada, aunque muy bonita, no dejaba de ser una “ciudad”, con todo lo de aburrido y tedioso que conlleva dicho término (además de calurosísima).
Una posibilidad que se contempló fuertemente fue la de volver a Costa Rica, tierra de la plata dulce y a unas pocas horas de Granada, donde nos habían hecho una jugosa oferta de 750 dólares por el show de fin de año en una fiesta privada, en la playa Sámara. Pero si volvíamos a Costa Rica era solo por la plata, porque nadie quería volver atrás. Y como este proyecto nada tiene que ver con la acumulación de dinero, sino más bien con la acumulación de experiencias, también desechamos la opción "Costa Rica".
Pero había otro plan muy convincente que nos seducía a todos: pasar fin de año en el caribe, más precisamente en alguna de las Islas de la Bahía en Honduras, nuestra próxima estación. Enseguida nos pusimos en contacto con Yankel Dickerman, un hondureño “broder” nuestro, que reside momentáneamente en Tegucigalpa, capital de Honduras y parada obligada para quien va al caribe o hacia al norte en dirección a Guatemala desde Nicaragua.
A Yankel lo habíamos conocido en Perú, dos años atrás, cuando él también andaba viajando por Latinoamérica. A partir de entonces, trabamos una gran amistad y nos fuimos cruzando por varios puntos del continente, coincidiendo justamente para todas las fiestas de fin de año que pasamos fuera de Argentina. Por esas fechas tan especiales, que tanta nostalgia traen del hogar, de la familia, los amigos, los asados, el Fernet con coca, nosotros nos aferramos a esos amigazos que habíamos hecho en la ruta, como Yankel y su novia Laura, con quienes habíamos pasado las fiestas en Montañitas a fin del 2009, lechón asado de por medio, y en Bocas del Toro en el 2010 (doblando la apuesta a 25 pollos asados deglutidos).
Yankel, que además ha sido un enorme colaborador de la banda (fue el creador del logo de Kutimba, del logo del extinto "Ché Trío" y de la página web de "Pachanga", entre otros aportes), nos invitó gustoso a parar en su casa de Tegucigalpa y hasta nos consiguió una fecha para tocar el 23 de diciembre en el bar “Había una vez”. Así que no lo tuvimos que pensar más y nos tomamos un "Tica Bus" directo de Managua a Tegucigalpa.
Después de ocho horas de viaje, llegamos a Tegus el 23 de diciembre por la tarde y nos fuimos derecho a hacer sonido. Fue muy excitante llegar a Honduras, un país desconocido totalmente para nosotros, y enfrentarnos la misma noche de nuestro arribo al público “catracho” (como le dicen a los hondureños). Para nuestra asombro, nos encontramos con un público muy caluroso y eufórico, qué disfrutó muchísimo de nuestra música y nos sorprendía pidiendo temas de “Spinetta”, “Los Pericos” y “La Bersuit”.

Con Yankel en el centro de Tegucigalpa
Tegucigalpa, una ciudad que la mayoría de los viajeros evita, nos sorprendió por su belleza tan particular y por su “movida” político-cultural. Su condición de ciudad serrana, metida entre las montañas y de clima frío, con mucho viento y frecuentes lluvias, nos traía el recuerdo de Bogotá, la capital colombiana. Pero más que nada, fue la gente que iba a nuestros conciertos la que nos hizo acordar a aquel fogoso y exultante público que habíamos tenido en Colombia, donde el rock argentino genera devoción.
En Tegucigalpa también sentimos una especie de argentinofilia, una especial estimación por todo lo que tenga que ver con lo argentino. Vimos muchísimos hondureños adictos al mate (se consigue yerba fácilmente en Tegus), y hasta iban a vernos con el termo bajo el brazo y nos convidaban unos amargos; también vimos mucho aprecio por la cultura argentina, por su música, sus escritores, sus universidades. Y claro, por el fútbol: todos te preguntaban por Messi y por “El Boca”, el glorioso último campeón del fútbol argentino (eso sí, no son tan fanáticos como para conocer los equipos de la segunda división; nadie registra a River, por ejemplo). Y por supuesto, “El Diego”: se me puso la piel de gallina cuando la gente cantó con nosotros, a puro grito de estadio, el “Maradó, maradó” del coro de nuestra versión de “La mano de Dios”, durante nuestro show debut en Honduras.

"Como en Argentina": ñoquis caseros de la mano gourmet de Yankel Dickerman.
Unos días después, nos tocó vivir una experiencia que fue desde lo fascinante hasta lo bizarro. Después de una pacífica navidad con yankel y sus amigos, conseguimos un toque en “Tierra Libre”, un lugar muy especial para tocar porque “Tierra Libre” era, sobre todo, un espacio político-cultural de la llamada “Resistencia”, grupo político forjado al albor del golpe de estado que azotó al país en el 2009, y que se opuso a las elecciones que convocó el gobierno de facto en el 2010 por considerarlas ilegítimas.
La noche del 29 de diciembre tocamos en “Tierra Libre” junto a la banda local “Radio Sativa” y al afamado solista y cantante de protesta Nelson Pavón. Nosotros éramos el acto de cierre de la noche después de los artistas locales, que generosamente apoyaron nuestro proyecto cediéndonos la totalidad de lo recaudado por la venta de entradas.
Teníamos tan poca expectativa por el show en “Tierra Libre” (nadie jamás paga una entrada para ver a Kutimba, y menos en un bar psico-bolche) que cuando vimos como el lugar se iba llenando poco a poco quedamos boquiabiertos. A los seguidores de Nelson y Radio Sativa, se había sumado la gente que ya nos había visto en el “Había una vez” y que volvia para vernos una vez más, llenando la terraza del "Tierra Libre".
Desde que nos presentaron hasta que cerramos la noche con “Latinoamericano”, nuestro último trabajo original, el show fue creciendo en intensidad, desde unos tibios aplausos hasta la locura total. Me estaba sacando la guitarra del lomo para descansar un poco y relajarme con la clásica cerveza helada post-show, cuando casi todos los presentes, alrededor de unas 120 personas, empezaron a querer sacarse fotos con nosotros. Los flashes no pararon nunca de dispararse desde una gran cantidad de cámaras fotográficas apostadas frente nuestro, durante un lapso de unos quince minutos. Y los discos de Kutimba firmados por nosotros volaron en segundos. Hasta nos pedían autógrafos, que las chicas guardaban en un trozo de papel o en una servilleta. Nos sentíamos unos "rockstars" totales, pero el universo rápidamente se encargaría de ponernos de vuelta en nuestro lugar.

Con la banda local "Radio Sativa" después del show en "Tierra Libre".
Se nos vino la fecha encima y decidimos quedarnos en Tegucigalpa para año nuevo después de que el bar “LP” nos contratara para tocar el 30 y 31 de diciembre (“más vale pájaro en mano”, dice el dicho). Despues de semejante respuesta que habíamos tenido de la gente en la capital hondureña, valía la pena quedarse unos días más y retrasar nuestra ida al caribe.
Pero el ánimo se nos iría al piso después de esas dos nefastas noches en el “LP”. Ubicado en la zona más "careta" de la ciudad (en los alrededores del centro comercial "Próceres"), el bar “LP” era un lugar horrible, destino nocturno de jóvenes y adultos de una clase media “estirada” que iba al “LP” a escuchar reggeton y a hacer gala de sus tacos altos y sus relojes "truchos".
Pero lo peor fue la noche del 31 de diciembre, cuando pasamos una de las peores fiestas de fin de año de las que tengamos recuerdo, comiendo solos en el bar "LP", digiriendo un pollo seco que nos habían preparado mientras esperábamos que llegue la gente. Después de casi cinco horas de espera, comenzamos a tocar a las tres de la mañana para un público que no tenía ningún interés en nuestra música. 
Después de tantas expectativas, la noche de año nuevo por fin había terminado. El mexicano dueño del “LP” nos pagó nuestros 150 dólares, nos dió una palmada en la espalda y nos fuimos a acostar. Lo único que teníamos en la cabeza era irnos para la isla de Roatan, pasar unos días y volver a la Argentina por un tiempo.

La cena de fin de año, con Yankel y Gisellita.



Con los primeros adquisidores de la nueva edición del disco de Kutimba (tapa negra), en "Tierra Libre".

Noche de fin de año en "LP".


Dedicado a Luis Alberto Spinetta